El "efecto mariposa" que encarecerá la financiación mundial

Desde mediados de diciembre los mercados de renta fija y de renta variable se han visto enredados en una vorágine de acontecimientos que han terminado en desplomes para la bolsa y para los precios de los bonos, tanto en Estados Unidos como en Europa. Como si fuera un cuaderno de bitácora, es útil analizar, paso a paso, la cadena de eventos que ha llevado a esta situación, y que va a desembocar en un incremento en el coste de financiación para países y corporaciones por el repunte de los intereses de la deuda.
Diciembre puede tomarse como el punto de partida para poder explicar qué ha terminado haciendo que las bolsas sufran un desplome que las ha llevado directamente al terreno negativo en el año, a pesar de que el inicio de 2018 fue uno de los más alcistas para la renta variable desde que hay registros.
Japón, China y los bonos
A mediados del último mes del año pasado el bono estadounidense con vencimiento a 10 años, también conocido como T-Note, ofrecía una rentabilidad del 2,4 por ciento. El Bund alemán, su homólogo germano, se movía en el 0,42 por ciento, todavía condicionado por el impacto del programa de compras de deuda -QE- que mantiene el Banco Central Europeo (BCE) en la eurozona. Antes de que terminase el año, el T-Note hizo un tímido amago de batir la cota del 2,5 por ciento por primera vez desde marzo de 2017.
Sin embargo, sólo fue capaz de batir ese psicológico nivel en enero, gracias a un evento que tenía lugar a más de 10.000 kilómetros de distancia: el Banco de Japón anunciaba inesperadamente el 9 de enero que recortaba las compras de bonos japoneses de su propio QE. Esto, según explicó Javier Santacruz, profesor del IEB, «generó subidas en el yen japonés, haciendo que los inversores del país, los segundos mayores compradores del planeta de deuda estadounidense, a través de sus gigantescos fondos de pensiones, entre otros, exigiesen más rentabilidad al bono americano para compensar el impacto de la divisa».
Además, apenas 24 horas después de que surgiese esta especulación, desde Bloomberg se lanzó el rumor de que China estaba valorando seriamente dejar de comprar deuda estadounidense… y el gigante rojo es el principal financiador del país. El resultado de todo lo anterior fue una rápida subida de la rentabilidad de T-Note, que logró definitivamente el 11 de enero batir el 2,5 por ciento de rentabilidad. De hecho, en tan sólo 11 días de 2018, el título estadounidense ya hacía perder más del 1,5 por ciento al inversor.
Este repunte no tardó en contagiarse al otro lado del Atlántico, donde además, las actas de la última reunión de año 2017 del Banco Central Europeo, publicadas el 11 de enero, dejaron una sensación de optimismo en los inversores, quienes parecieron descontar un acelerón en la normalización monetaria en la región: el Bund alemán superó el 0,5 por ciento por primera vez desde julio. Las ventas continuaron, tanto en EEUU como en Alemania -otras referencias europeas, como es el caso de la española, no han replicado todavía el movimiento de estos bonos-, hasta los niveles actuales, en los que el título estadounidense ofrece un 2,8 por ciento, y el alemán un 0,74 por ciento. Las pérdidas en precio durante el año 2018 para el inversor son del 3,4 por ciento y del 3 por ciento respectivamente para cada uno de estos títulos.
El impacto en la bolsa
Las ventas de deuda como las que se han visto son un evento que muchos analistas llevan tiempo pronosticando. Rafael Valera, CEO de la gestora Buy & Hold, reconoce que «esperaba que lo que está ocurriendo este año en renta fija ocurriese el año pasado». Y es que, con la economía mundial gozando de buena salud y la inflación empezando a repuntar, las ventas de bonos parecían inevitables al acercarse el final de los estímulos: la propia Reserva Federal anticipaba 3 nuevas subidas de tipos en este año -ya se ha acometido una-, y el consenso de mercado pronostica un incremento en la rentabilidad del T-Note hasta alcanzar el 3 por ciento.
Todos los ingredientes parecían ya preparados para que el mercado empezase a vender bolsa, y así fue: el viernes 2 de febrero, tras publicarse un aumento inesperado de los salarios en EEUU, del 2,9 por ciento frente a las previsiones del 2,6 por ciento, el mercado reaccionó y el Dow Jones cerró con una caída del 2,5 por ciento. El desplome sólo fue un preludio de lo que ocurriría tras el fin de semana: el lunes, en los últimos compases de la jornada en Wall Street, el pánico surgió, y el índice industrial terminó esa sesión con una caída del 4,6 por ciento, un desplome no visto desde el año 2011 en una sola sesión.
La sangría no acabó ahí: si bien hubo una cierta recuperación durante la jornada del martes, las ventas se reanudaron, especialmente el jueves, cuando el Dow Jones volvió a caer más de 1.000 puntos en una sola sesión: cerró con pérdidas del 4,1 por ciento. Eso sí, para muchos analistas estas ventas no encajan con los buenos fundamentales que tienen las bolsas actualmente. Desde Mirabaud, por ejemplo, explican que «no hay realmente ningún indicador económico que justifique una caída de tal calado. El mercado, que anticipaba pocas subidas de los tipos a lo largo de este año, se ha dado cuenta de que tal vez se había equivocado».
En paralelo, Europa no fue capaz de evitar las caídas durante la semana, y los principales índices de bolsa del Viejo Continente perdieron posiciones hasta volver a los números rojos en el año. En la semana, el EuroStoxx 50 perdió un 5,6 por ciento, el mismo porcentaje que se dejó el Ibex 35, mientras que el Dax alemán cedió un 5,3 por ciento.
La volatilidad y los ‘robots’
El papel de la volatilidad en el efecto mariposa desencadenado ha sido crucial. «Hemos presenciando su retorno a los mercados tras años de fluctuaciones de precios artificialmente bajas debido a la política monetaria expansiva de los bancos centrales», observa Stefan Scheurer, director de Global Capital Markets & Thematic Research. Los conocidos como indicadores del miedo, como son el VIX o el VStoxx, venían despertando desde diciembre, pero en el momento de mayor tensión de la última semana llegaron a escalar un 201 por ciento y un 129 por ciento, respectivamente, desde los mínimos de ese mes, hasta superar los 40,7 puntos en el caso de la referencia estadounidense y los 34,7 enteros en el de la europea.
Los últimos máximos de estos índices que miden la volatilidad implícita del S&P 500 y del EuroStoxx 50 se habían alcanzado ante acontecimientos políticos, como las elecciones en Estados Unidos de noviembre de 2016, antes las de Francia de abril de 2017 y, por supuesto, ante el referéndum sobre el Brexit de junio de 2016. En esta ocasión, ningún proceso electoral estuvo detrás de los respuntes del VIX y del VStoxx, que se acercaron o incluso superaron niveles de los días previos a aquellos acontecimientos, y, lo más novedoso, han evidenciado el componente más irracional de los sistemas automáticos de las mesas de trading.
Ésta última es una de las explicaciones más populares a la profundidad inesperada de las caídas vistas durante la semana, sobre todo tras el desplome del lunes: el incremento de la volatilidad activó una vorágine de órdenes de venta en los productos cotizados gestionados por robots y algoritmos, diseñados para reaccionar ante la alteración de diferentes parámetros, como, por ejemplo, una subida del Vix.
Sin embargo, Narciso Vega, que está al frente de uno de los pocos ejemplos de este tipo de entidades financieras en España, el quantadvisor Accurate, considera que es buscar «una explicación donde no la hay». En su opinión, «si las grandes manos creyeran que los sistemas automáticos están equivocados hubieran comprado más» y recuerda que estos robots «se comportan según probabilidades» y no responden en ningún caso a efectos manada.
El riesgo de más inflación
La falta de inflación ha sido la principal preocupación de los grandes banqueros centrales del mundo du-rante los úl-timos años. Rondó in- cluso la ame- naza de la de- flación en la eurozona, lo que forzó a Mario Draghi, presidente del BCE, a tomar medidas excepcionales, como el programa QE. Sin embargo, la vuelta de la inflación, que convergerá hacia el entorno del 2 por ciento en 2019 en Estados Unidos, según cree la Fed, y se moverá en el 1,7 por ciento ese año en la eurozona, según el BCE , es uno de los factores que está pesando a las bolsas durante las últimas sesiones.
Desde Pictet explicaban esta semana cómo «las caídas de la bolsa marcan la transición en el aspecto macroeconómico, desde un escenario de baja inflación y avances en el crecimiento económico, hacia otro en el que la inflación está repuntando y el crecimiento ya es fuerte».
Otros expertos, como Marc Seidner, responsable de inversiones no tradicionales de Pimco, avisan del riesgo de que la inflación suba más de lo previsto. Para él, es «un factor de riesgo que los mercados no están descontando». ¿Qué la haría subir? «Que se restablezca la curva de Phillips», el indicador que relaciona el desempleo con la inflación. Ahora, con el primero en el 4,1 por ciento en el país, el experto señala que la correlación parece «haberse roto, pero si se restablece, la inflación volverá».
Daniel Lacalle, economista jefe de Tressis, también valora esta posibilidad: «Es uno de los grandes factores de riesgo. No es probable que ocurra, pero todo el mundo está orientado hacia un aumento controlado de la inflación. Crear inflación es relativamente fácil, pero el riesgo es que se te dispare».