¿Y qué hacemos con el dinero? Una lección y tres carteras

¿Y qué hacemos con el dinero? Una lección y tres carteras

La lección de las últimas ruedas es que ha desaparecido cualquier posibilidad de tranquilidad a corto y mediano plazo en la macro local.

Si bien el Banco Central hace lo suyo, ajustando el torniquete al dólar a través de la suba de tasas –lo cual revitaliza a los instrumentos de inversiones en pesos-, no hay drivers que modifiquen sustancialmente el contexto como para renovar rápidamente la confianza en la moneda y/o activos locales.

Más bien genera todo lo contrario: no hay certidumbre, y el riesgo país está claramente en niveles de default.

Si no defaulteamos es porque el FMI nos sostiene como un mozo a una pila de platos en un restaurante de Av. Corrientes (o no tanto, ya que, con la caída del comercio, son cada vez más los locales en alquiler en la city porteña).

Más allá de la coyuntura propia

Con un año electoral a cuestas, es sabido que todo lo que pasa localmente, se mide por lo que pasa afuera en el mundo, y los mercados globales acuñan hoy malas perspectivas hacia el 2020. Ya todos conocemos acerca de nuestra fragilidad y de nuestra dependencia del contexto internacional.

Lo preocupante es que no se tomen medidas concretas para salvaguardar a nuestra pequeña y endeble economía.  Es así como se repite la pregunta entre los inversores: ”¿Qué hago?”. A lo cual respondemos que hay que tomar la posición de inversión en la que estén más cómodos para esperar la tormenta que, al igual que el resto del mundo, descontamos.

Luego de un ejercicio de gimnasia interna, balanceando nuestras expectativas y los posibles resultados, tenemos tres posibles escenarios para cada nivel de optimismo:  los que están 100% seguros que NO habrá default, los que están 100% seguros de que SÍ habrá default; y los que no se convencen de los extremos y prefieren abrazar una probabilidad de default al 50%.

Ahora bien, un buen meteorólogo siempre tiene un riesgo de no acertar en su pronóstico debido a la cantidad de variables necesarias para estimar el tiempo en una zona determinada.

Lo que no falla, es que la tormenta de Santa Rosa siempre llega en la misma época. Por ello, es importante analizar las probabilidades, y tomar la decisión de inversión que más cómodos nos deje en un año con grandes incertidumbres por adelante.

Una cartera pensada para quienes piensan que Argentina va rumbo al default en el corto plazo

Es el escenario más simple: si alguien considera que la probabilidad de default se eleva al 100%, es hora de tomar las pérdidas y vender, para salir cuanto antes del mercado local. Las opciones que se abren son de operar afuera, siempre teniendo en cuenta que hacia el 2020, 2021, los mercados globales huelen un período recesivo. En este sentido, las inversiones menos rentables pero seguras como los bonos del tesoro estadounidense y el oro pueden ser una opción interesante.

Una cartera pensada para quienes piensan que no habrá un default en la Argentina

Si alguien considera que la probabilidad de default es 0%, que el gobierno hace las cosas bien y ve aires de cambio, la opción es invertir 100% en títulos argentinos. Las tasas internas de retorno de las emisiones argentinas en el mercado secundario alcanzan hasta 14% en dólares. Tomemos el Bonar 2025 por ejemplo. Definitivamente no es para ansiosos, pero, esperarlo siete años para cobrar una renta anual del 13,7% más teniendo en cuenta que su precio de cotización es de 75 USD cada 100 de capital, implican que, a vencimiento, estaríamos más que duplicando el capital inicial. 

Finalmente, una cartera para los que no están decididos, con probabilidad de default (o no) al 50%

Recomendamos Bonos garantizados provinciales. Especialmente miramos con buenos ojos los bonos de Chubut 2026 garantizados por regalías petroleras. Este es un instrumento que entendemos no puede defaultear por su estructura constitutiva. El fiduciario directamente toma los fondos de un flujo cedido de las regalías que la provincia tiene a cobrar, es decir que anula la voluntad de pago de la provincia, dejándola sin discreción para transferir los fondos necesarios para honrar el bono.

Estos bonos tienen una particularidad que dificulta su apertura a inversores pequeños más allá de los institucionales, ya que requieren fichas de inversión muy grandes y no cuentan con liquidez de mercado, por lo que resulta difícil colocarlos después.

Cuando comparamos estos bonos provinciales garantizados con otros bonos provinciales al mismo plazo de vencimientos como los de Córdoba 2026, notamos que la diferencias en sus rendimientos se explica justamente por dicha garantía habiendo entre ellos un spread de casi 400 puntos básicos en favor del bono cordobés.

(*) El autor es economista