Reconocimiento facial: la ambición china de lograr un control total

PEKÍN.- Para Mao Ya, de 40 años, la cámara de reconocimiento facial que permite el acceso a su departamento es simplemente útil y conveniente. «Si llego cargada en las dos manos, solo tengo que mirar para adelante y la puerta se abre», dice. «Y apenas mi hija de 5 años mira hacia arriba, la cámara le permite entrar. Es bueno para los chicos porque pierden las llaves seguido».

Pero para la policía, las cámaras que reemplazaron a las viejas tarjetas de entrada de los residentes sirven para otra cosa muy distinta. Ahora se puede ver quién entra y sale, y al combinar la inteligencia artificial con un gigantesco banco nacional de fotos, el sistema de este proyecto piloto debería permitirle a la policía identificar a los «malos muchachos» que pudieran haber penetrado, según los denomina un informe interno al que tuvo acceso la prensa.
El reconocimiento facial es el nuevo tema candente de tecnología de punta en China. Los bancos, los aeropuertos, los hoteles y hasta los baños públicos intentan verificar la identidad de la gente analizando los rostros. Pero quienes adoptaron esta tecnología con mayor entusiasmo fueron la policía y las fuerzas de seguridad del Estado.
El proyecto piloto de Chongqing es una ínfima parte del ambicioso plan conocido como «Xue Liang», que se puede traducir como «Ojos Agudos». La intención es conectar las cámaras de seguridad que ya monitorean las calles, los centros comerciales y los polos de transporte con las cámaras privadas de edificios y complejos habitacionales, para integrarlos en una plataforma nacional de vigilancia y datos compartidos.
Como lo demuestran documentos oficiales e informes de seguridad industrial, el programa «Ojos Agudos» utilizaría el reconocimiento facial y la inteligencia artificial para analizar y comprender el enorme flujo de capturas de video, rastrear sospechosos, detectar comportamientos extraños y hasta para predecir delitos. Pero también serviría para coordinar el trabajo de los servicios de emergencia y monitorear las entradas y salidas de un país de 1400 millones de habitantes.
En el otro extremo del sistema, todos esos resultados se fusionarían con una vasta base de datos de todos los ciudadanos, una «nube policial» que clasifica la información en archivos criminales y médicos, reservas de viajes, compras online y hasta comentarios en las redes sociales, para vincularlo con el documento de identidad y el rostro de cada persona.
El objetivo de todos estos intentos interconectados es rastrear dónde están las personas, qué pueden hacer, en qué creen y con quiénes se vinculan, y finalmente incluso asignarles un puntaje único de «crédito social» basado en el grado de confianza que le inspiran al gobierno y a sus conciudadanos.
En este complejo residencial de Chongqing, «el 90% de los delitos son causados por el 10% de la gente que no está registrada como residente», señala el informe policial interno. «Con el reconocimiento facial podemos identificar a extraños, analizar horarios de entrada y de salida, ver quién pasa allí la noche y cuántas veces lo hace. Podemos identificar a personas sospechosas entre la población», agrega.
Adrian Zenz, un académico alemán que investigó la política étnica y la seguridad estatal en la provincia occidental de Xinjiang, dice que el gobierno tiene ambiciones de omnipotencia sobre una población extensa, compleja y rebelde. «Con estas tecnologías de vigilancia, el gobierno finalmente siente haber alcanzado el nivel de control sobre la vida de las personas al que aspiraba», apunta Zenz.
Con ese objetivo, el gobierno chino trabaja codo a codo con la industria tecnológica del país, desde los gigantes ya instalados hasta las audaces startups integradas por graduados de las mejores universidades norteamericanas y exempleados de compañías como Google y Microsoft, que parecen pasar por alto alegremente el problema de empoderar aún más a un Estado de vigilancia moderno.
El nombre del programa viene del lema comunista «Las masas tienen los ojos agudos», y es una evocación del intento de Mao de hacer que cada ciudadano espíe a su vecino. Según los ejecutivos de la industria tecnológica que trabajan en el proyecto, el objetivo es iluminar cada rincón de China, y ahuyentar las sombras donde florece el delito.
El programa «Ojos Agudos» también pretende movilizar los comités vecinales y a los residentes indiscretos, que siempre han sido sus informantes claves: según informan los medios del Estado, ahora alguien puede prender su televisor o su teléfono celular para ver las imágenes de la cámara de seguridad y denunciar directamente a la policía cualquier actividad sospechosa, como un auto sin patente o una discusión que se pone violenta.
A los ojos vigilantes de las masas, en otras palabras, hay que agregarles los cerebros de la industria tecnológica del país, que crece a pasos agigantados. Según revelan documentos oficiales, el gobierno chino espera que para el año 2020 su red de vigilancia por video «sea omnipresente, esté plenamente integrada, siempre operativa y completamente controlable», gracias a una combinación de minería de datos con un sofisticado análisis de imágenes y videos.
China no es el único país que está experimentando con esas nuevas tecnologías. Sin embargo, la peculiaridad del caso chino es su ambicioso programa. Las fuerzas de la ley occidentales suelen usar el reconocimiento facial para identificar a sospechosos, y no para rastrear a activistas sociales y disidentes ni para monitorear a grupos étnicos enteros. China aspira a lograr varios objetivos entrelazados: dominar la industria de inteligencia artificial a nivel global, utilizar los macrodatos para intensificar su control de todos los aspectos de la sociedad y mantener vigilada a su población más eficazmente que nunca.
«Los algoritmos de aprendizaje profundo están destinados a revolucionar la industria de la videovigilancia», escribió Wang en un reciente informe. «En China, la demanda crecerá rápidamente y ese será el motor del futuro crecimiento del mercado».
En la salas de exhibición de tres startups de conocimiento facial de Chongqing y de Pekín hay grandes pantallas donde puede verse cómo los rostros pueden ser detectados en medio de una multitud y comparados con fotos de prófugos. Las cámaras de la vía pública clasifican automáticamente a los transeúntes según su género, vestimenta y hasta el largo del pelo, y hay un software que permite rastrear a las personas de una cámara de seguridad a la siguiente solo por sus caras.
Fuente: The Washington Post