La palabra “ajuste” nunca es muy popular

La palabra “ajuste” nunca es muy popular

La prudencia fiscal del primer semestre se diluye con la cercanía de las elecciones Menos gasto y más inflación permitieron a Guzmán achicar el rojo; esperan más presión política en el segundo semestre

La palabra “ajuste” nunca es muy popular, y es por eso que el Gobierno disimuló que, en el primer semestre del año, el ministro de Economía, Martín Guzmán, logró que las cuentas fiscales terminaran casi en equilibrio. Este fenómeno se explica por una performance extraordinaria de la recaudación impositiva, pero también por un trabajo silencioso del lado de los gastos, que implicó una caída de 9% en salarios públicos y de 16% en prestaciones sociales, según los datos oficiales hasta mayo.

Un hecho estacional

Los analistas económicos señalan, sin embargo, que también se trata de un hecho estacional, que estuvo explicado por la aceleración de la inflación, ya que permite tener mayores ingresos de manera inmediata, mientras que los gastos ajustan con retraso. Por lo tanto, este “beneficio” del primer semestre se volverá un boomerang en el segundo, sobre todo cuando aumente la presión para inyectar más dinero en la calle por las elecciones legislativas.

De hecho, pese a que en la primera parte del año el déficit fiscal acumulado pudo haber sido de entre 0,7% y 0,9% del PBI, según las consultoras (acumuló un déficit de 0,3% hasta mayo, último dato oficial), se espera que el año termine cercano a la meta que fijó Guzmán en el presupuesto, de 4,5% del PBI. Esto implica apenas un nivel inferior al 6,5% que hubo en 2020, pero todavía superior al de los últimos cinco años.

Por el lado de los ingresos, la inflación se desacelerará (de niveles muy altos), lo cual no ayudará como en la primera parte del año, y la recaudación por derechos de exportación no tendrá el mismo dinamismo que tenía mientras se daba la liquidación de la cosecha gruesa del campo, sobre todo teniendo en cuenta que la soja llegó a estar por encima de los US$600. También perderán fuerza los ingresos extraordinarios por el llamado “impuesto a la riqueza”.

El Tesoro tendrá igualmente un ingreso extraordinario entre fines de agosto y septiembre, cuando se espera que lleguen los US$4300 millones que repartirá el FMI entre los países miembros. Ese dinero se lo venderá al Banco Central para que se sume a las reservas, y le representará al Gobierno un recurso extra de 1% del PBI, según estimaciones de LCG.

Del lado de gasto, habrá mayor presión por varios frentes:

Reapertura de paritarias de los empleados públicos; alza de 35% del salario mínimo vital y móvil (que impacta en todas las transferencias a prestaciones sociales); aumento real en los haberes de jubilaciones y pensiones, y mayores subsidios a la energía, luego de la actualización de solo un dígito en las tarifas de luz y gas.

“Los datos fiscales de la primera mitad del año reflejan la cautela de Hacienda respecto de la magnitud del resultado primario: luego de un desbalance muy grande en 2020, las tensiones cambiarias le impusieron límites a la expansión del gasto. Así, el déficit fiscal está siendo mucho más moderado en 2021 [e incluso que en 2016-2018], lo que implicó que la asistencia monetaria del Banco Central también se redujera. A pesar de este comienzo positivo, esperamos que el rojo fiscal se incremente en lo que queda del año”, proyectaron en la consultora Ecolatina, que lidera Matías Rajnerman.

Guido Lorenzo, economista jefe de LCG, indicó que el déficit en la segunda parte del año será de 3,5% del PBI, muchísimo mayor que el 0,5% que calcula que hubo en el primer semestre. “Hubo algunos gastos que se fueron retrasando, como prestaciones sociales. El gasto operativo del Estado y las transferencias a las provincias también tuvieron una caída fuerte, pero todo esto se revertirá en los próximos meses, producto de un reclamo de revisión salarial que parece justo y por las presiones electorales”, comentó.

Por su parte, Gabriel Caamaño, economista de Ledesma, dice que “a una aceleración de la inflación no se la puede llamar ajuste”.

“Es un ajuste transitorio, cuando la inflación deja de acelerar, se empieza a revertir. Los agentes no tenían incorporada en sus decisiones laborales la sorpresa inflacionaria. Además, la fórmula de ajuste de las jubilaciones y pensiones viene rezagada; si la nominalidad baja, recuperarán el terreno perdido. Es un ajuste transitorio”, remarcó.

Fernando Marull, de la consultora homónima, dice que en junio ya se empiezan a ver los mayores gastos, y que el Tesoro tuvo que recurrir a la emisión monetaria y a colocaciones de deuda fuertes para cubrir el déficit.

“En el segundo semestre no habrá muchos ingresos por derechos de exportación, el impuesto a la riqueza entrará en cuotas, y se empiezan a pagar mayores jubilaciones. Los subsidios a la energía aumentarán por el consumo de invierno y el gasto en los salarios, porque dieron un ajuste de 40%. Lo mismo sucederá con la inversión de capital [obra pública] y las transferencias a provincias, porque vienen las elecciones”, explicó.

Hay dos salvedades que se pueden hacer con relación a lo que se esperaba de la primera parte del año y no ocurrieron: el gasto Covid fue inferior a lo que proyectaban los economistas (sin IFE ni ATP, pero con Repro II), lo que permitió también mejorar el “ajuste”, pero las tarifas a la energía no subieron todo lo que quería Guzmán, lo que generará un impacto mayor en las cuentas fiscales a medida que suba el ritmo de devaluación.

Fuente: La Nación