La deuda récord de las empresas es un nuevo riesgo global, según OCDE

La deuda récord de las empresas es un nuevo riesgo global, según OCDE

La deuda contraída a escala mundial por las empresas alcanzó en el 2018 el récord histórico de 11 billones de euros, lo que duplica el volumen de diez años atrás. Para la OCDE, es un nuevo foco de riesgo para la economía mundial.

“La cantidad de la deuda ha aumentado. Su calidad ha empeorado. Y los riesgos han aumentado”. Con estas palabras telegráficas resumía la pasada semana Mats Isakssson, jefe del departamento de gobernanza y finanzas empresariales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) los actuales desequilibrios de la economía mundial.

En el último informe de este organismo emergen datos que invitan a la reflexión, porque diez años después de la crisis financiera, tras una política monetaria laxa por parte de los bancos centrales, está surgiendo otro foco de debilidad: el del sobreendeudamiento.
Las compañías no financieras (es decir, excluyendo por ejemplo los bancos) han abierto el grifo de la deuda de forma espectacular.

Entre el año 2008 y 2018 las emisiones mundiales de bonos para financiar sus actividades aumentaron en promedio 1,5 billones de euros cada año, cuando en la década anterior el ritmo era la mitad.

Cuatro de cada cinco euros de esta deuda proceden de las empresas de los países más desarrollados y su volumen se ha multiplicado por dos desde el 2008. Pero gran parte de este boom de la deuda es imputable a la expansión de las compañías chinas.

En el año 2008 las firmas estaban prácticamente ausentes del mercado de la deuda. Desde el 2016 China es el segundo emisor de los bonos empresariales en el mundo. En su caso los números, en términos de volumen de títulos emitidos, se han multiplicado por cuatro.

Y así se ha llegado, entre compañías situadas en economías avanzadas y países emergentes, a la friolera de 11 billones de euros de deuda en el mundo, el equivalente a más de la mitad del PIB de EE.UU.

Es un nuevo máximo histórico… con un problema añadido. Sí, porque un tercio de esta suma colosal tendrá que ser reembolsada (o refinanciada) de aquí al 2021. Es decir, en el arco de los próximo tres años, por un importe cercano a los 3,5 billones de euros. Una cifra que no se veía desde el año 2000 y que, para que se tenga una idea, corresponde al equivalente de todo el balance anual de la Reserva de Federal de EE.UU.

Devolver el dinero de por sí no debería ser algo especialmente inquietante, pero hay algunos factores que hacen que este plazo parezca un tanto ajustado. En primer lugar, hay que descontar el contexto económico general de ralentización sincronizada. Si el FMI ha rebajado sus previsiones al 3,5% para este año, significa que hay menos riqueza para aprovechar, menos pastel para compartir… y restituir.

Segundo, la política acomodaticia de los bancos centrales más pronto que tarde se verá obligada a cambiar de rumbo, con el aumento del precio del dinero y la retirada de los estímulos, como la compra de deuda soberana. Así lo han repetido en distintas ocasiones los presidentes del BCE y de la Fed.

Y, tercero: la deuda de las administraciones públicas en el 2019 también debería marcar un nuevo récord histórico, con lo que los estados tampoco tienen mucho margen de maniobra para intervenir o para sostener a las empresas en caso de dificultad.

A estos elementos se le puede añadir un cuarto factor de preocupación: la deuda empresarial que circula por el mundo presenta hoy por hoy una calidad peor (la que corresponde a una nota de BBB, apenas por encima del riesgo elevado de quiebra). Es decir, que un número creciente de estos bonos podrían no ser reembolsados porque las compañías, debido a su maltrecha situación financiera, no tienen capacidad para hacerlo. De hecho, la OCDE asegura que el porcentaje de estas emisiones de baja calidad ya roza el 54% del total, más de la mitad, cuando hace una década era el 30%.

Si se compara con lo que ocurrió en el año 2008 en ocasión del crash de Lehman Brothers, los analistas de la OCDE estiman que, si se produjera un shock global, unos 240.000 millones de euros de estos bonos podrían pasar a la categoría de inversión especulativa (como se dice en forma coloquial a nivel “basura”) en el espacio de tan sólo un año: serían los llamados ángeles caídos.

Pero además, si a este cifra se le añadieran también las emisiones de las empresas financieras, el importe de estos créditos dudosos podría casi duplicar. Y el efecto en cadena sería peligroso, porque los balances de las compañías que poseen estos títulos se devaluarían. “El mercado tendría dificultad para absorber esta pérdida”, advierten.

Los recuerdos de la crisis son todavía presentes y muchos se preguntan si hay alguna analogía con entonces. “En el 2008 la situación era diferente.

Pero digamos que si hubiera una contracción en la economía o un cambio brusco de política monetaria el impacto sobre el mercado de la deuda puede ser superior a lo que se espera”, señaloa Isakssson.

“Lo que emerge, en todo caso es que los plazos para el reembolso son apretados”. Como dijo una vez John Maynard Keynes, “si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo”. Mientras tanto, la bomba de la deuda hace tic-tac.