Barcelona: favorita entre los argentinos

La Boquería. Los que pasan y miran

Visitar un mercado siempre es un buen plan. En el laberinto de este mercado del siglo XIX, que en rigor se llama San Josep, no hay un centímetro cuadrado libre. Y tiene su razón de ser. La Boquería es, por lejos, el mercado más espectacular de España. La procesión de visitantes se desplaza entre montañas de mercancías de todos los colores expuestas con garbo casi excesivo. Y sus responsables, en el afán de atraer, provocaron que esta oferta extraordinaria se esté quedando casi sin público que compre; el barrio, sin ir más lejos, optó por dejar de ir. No hay manera en medio de la correntada.
La Boquería nació a cielo abierto en los dominios del convento de los carmelitas descalzos, hasta que un incendio provocado por unos de los varios motines anticlericales de 1835 lo destruyó. Cinco años después, nacía sobre sus cenizas el actual mercado al que se accedía por una de las cinco puertas (de la que toma el nombre) que tenía la Barcelona amurallada. En una superficie de 2.583 m2 se reparten el espacio más de 300 puestos; su cubierta metálica, con el emblema de su fachada, es de 1914.

El Raval + Barrio Gótico

El espinazo urbano de Barcelona es la Gran Vía de las Corts Catalans, perfecta línea recta que separa el Ensanche de la parte que la antecede. Es decir, el área urbana donde el eje es La Rambla, el que a lo largo de los siglos vertebra la existencia de sus habitantes. A su vera, los barrios que prohijó. De espaldas a la plaza Catalunya y con la Rambla de Canaletes por delante, basta con tomar una transversal hacia la derecha para derivar en El Raval, por años reducto de malandras y prostitutas, hoy barrio de inmigrantes que intenta reinventarse a partir del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y el vecino Centro de Cultura Contemporánea.

Esa familia sagrada

Antoni Gaudí había nacido en la localidad de Reus el 25 de junio de 1852, figura universal de la arquitectura que, en un instante, pasó de éste al otro mundo el 10 de junio de 1926 frente a la Sagrada Familia. Había dado unos pasos hacia atrás, en la calle, para mirar el avance de la obra a la que le se había entregado por entero desde 1914, sin reparar en los tranvías -uno que venía y otro que iba- que tampoco tuvieron tiempo de frenar antes de atropellarlo. A su muerte le siguieron varias etapas de construcción.
 
Fuente: La Nacion