Nunca hay que cortar las raíces para obtener las flores

Nunca hay que cortar las raíces para obtener las flores

Nunca hay que cortar las raíces para obtener las flores.. Entender qué se pierde cuando se pierde y qué se pierde cuando se gana es el espíritu de esta nota que espero sea de su interés.

Claudio Zuchovicki

Perder, por lo general, solo significa “no ganar” y representa simplemente que ganó otro. Habrá otra oportunidad, habrá otro partido, habrá otra elección, habrá otra forma de encarar mejor un proyecto. Edison registró hasta 1.093 patentes antes de trascender. Steve Jobs fracasó algo menos y solo patentó 346 proyectos antes de que lo recordásemos por Apple o Pixar. Iván Lendl no paró de perder finales antes de ser casi invencible allá por los años 80.

En fin, frase eterna y que siempre se usa de consuelo “Un resultado negativo en el presente puede ser una fuente de riqueza en el futuro”.

A veces, ganar puede representar perder mucho en el futuro. Con la obsesión del resultado, existen personas, familias o países que agotan sus reservas, sus recursos, su mentes. Hasta acuerdan con indeseables o con países que sacrifican a su gente. Ganan la contienda, pero pierden seres queridos, pierden dignidad, pierden prestigio, pierden libertad de decisión. Simplemente es cortar las raíces para obtener más rápido los frutos.

“Un resultado positivo hoy puede ser una hipoteca para el futuro”. De esto se trata esta nota, saber qué perdemos cuando perdemos y qué perdemos cuando ganamos.

Cuando solo se gana o se pierde dinero

Cuenta la historia que un día un hombre, regresando muy tarde a su casa luego de un muy buen día laboral, encontró en su puerta un billete de 200 pesos. Lo atribuyó a su día de suerte y decidió continuar con esa racha en el casino. Apostó los 200 pesos al número 34 y acertó. Luego apostó todo al rojo y volvió a acertar. Así fue que ganó 10 veces seguidas y, con lo recaudado, decidió ir a punto y banca, donde logró acumular unos 5.000.000. Sin soportar la tentación, y en su ya decidida última jugada del día (porque se aproximaba la medianoche y terminaba su día de suerte), apostó todo al rojo. Resultado obvio: salió el negro y el hombre se quedó inmóvil mirando cómo se llevaban todas sus fichas.

Al retornar a su casa, y ante la pregunta de su mujer de cómo había sido su día, contestó: “¡Genial! Luego de un gran día de trabajo me encontré 200 pesos, fui al casino y logré sentirme afortunado y divertirme gratis por más de dos horas.” Esto es saber qué se pierde cuando se pierde.

Soy de los que piensan que el tiempo potencia tus decisiones. Si la decisión es buena, el tiempo potenciará tus resultados favorables. Si tu decisión es mala, con el tiempo solo se empeorarán las cosas.

Analizando mi carrera financiera, como la de la mayoría de mis colegas, noto que tenemos un gran temperamento, una gran paciencia para bancar las decisiones malas, aguantando un activo improductivo o mercadería mal comprada. Aguantamos las pérdidas pensando en que algún día todo se va a recuperar.
Sin embargo no tenemos esa paciencia cuando estamos ganando con una buena compra y muy pronto queremos tomar ganancias.

Pero esto amigo, solo se trata de dinero. Solo es eso, dinero. Y con el tiempo nos vamos perdonando esos errores. ¿Quién de los que está leyendo no dijo allá por el 2002 ¡¡NUNCA MAS DEJO LA PLATA EN UN BANCO!! y finalmente volvió? Sin ir más lejos, allá por el 2002 dije “nunca más compro Bonos argentinos” y le confieso que hoy, 17 años después, soy uno de los que está esperando la propuesta de reestructuración del gobierno porque volví a ahorrar en Bonos.

Ganamos algo hoy, pero perdemos calidad de vida futura

  Cuando un gobierno decide que va a hacer un enorme «estímulo fiscal» es exactamente igual que si usted decide ver qué se siente al darle una mejor calidad de vida a su familia, alejarse de los problemas y tomarse tres meses para vivir la buena vida. Se compra boletos de avión de primera clase a un lugar turístico, se aloja en un buen hotel, alquila un buen auto y cena todos los días en buenos lugares. Cuando se acaben esos meses usted y su familia estarán felices de haberse alejado de su realidad, pero ahora vendrá el duro momento de pagar su tarjeta de crédito y eso hará que su consumo en los siguientes meses tenga que ser menor para poder pagar lo que debe, o trabajar el doble para recaudar.

A diferencia de usted, el gobierno puede recurrir a financiarse con impuestos y, si lo hace, estará quitándole recursos a individuos y empresas para pagar lo que gastó. Si lo financia endeudándose, provocará que a las empresas privadas se les encarezca el crédito ante el titánico desafío de competir con el gobierno por financiamiento. Si sube la carga impositiva, esas empresas contarán con menos dinero para invertir y para desarrollar tecnología.

En cierta forma, al optar por el dichoso «estímulo fiscal» asumimos que el gobierno gasta y distribuye mejor que nosotros.

El círculo sería así: se suben los impuestos, las empresas se desalientan, no toman nuevos empleados, estos quedan fuera del mercado laboral, el Estado tiene que asistirlos, como no alcanza vuelven a subir impuestos. Resultado: menos sector privado, más Estado, menos ingresos, más gastos. Amigos, tenemos el mayor gasto público en seguridad y asistencia social, y uno de los mayores niveles de pobreza de nuestra historia. Claramente estamos gastando mal.

Le propongo el siguiente ejercicio: salga con ocho amigos a cenar y arreglen antes que la cuenta se divide entre todos. Note usted como todos piden entradas, vino, repiten papas y piden postre. Resultado: cuenta descomunal y distribución costo-beneficio injusta. Luego, repita la cena con los mismos amigos, sólo que ahora cada uno pagará lo suyo. Notará usted como todos comparten plato, nadie pide postre (porque están a dieta) y nadie quiere vino porque hay que manejar. Resultado: cuenta mucho más reducida y justa distribución costo-beneficio. Que fácil es gastar plata que surge del esfuerzo de los otros.

Podemos ganar hoy, pero perder prestigio a cambio

Podemos ganar hoy y parecer poderosos, pero sacrificamos prestigio y nuestra credibilidad futura si somos capaces de cambiar las reglas del juego luego de que los jugadores decidieron jugar. Cuando invirtieron con condiciones prestablecidas, con un número de retenciones, ingresos brutos, bienes personales, y les cambiamos las reglas y les cobramos más impuestos, quizás aumente la recaudación presente, pero perdemos los inversores de largo plazo de la economía real, de los que genuinamente generan desarrollo. Así solo se quedan los contratistas amigos…

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