Que el corto plazo, no se coma el largo plazo

Que el corto plazo, no se coma el largo plazo

Así como el minuto a minuto condiciona a los medios, las encuestas diarias a los políticos, el mark to market condiciona a los mercados.

Cuando el mercado baja o el dólar sube, solo buscamos noticias negativas para explicar el porqué, aunque esas noticias estaban hace tiempo. Cuando mejoran solo leemos las positivas. Parece que vivimos las finanzas como si viviéramos un partido de fútbol relatado por radio. En cada jugada que describen, hay sensación de gol y en realidad no pasan mitad de cancha y es un partido muy aburrido. Que Turquía, que el FMI, que los cuadernos Gloria, el minuto a minuto nos marea y no nos deja ver el horizonte.

Saben que, a pesar de todo, todos nos necesitamos levantarnos al otro día y trabajar en lo nuestro. El tallerista arreglar autos, el plomero cañerías y el comerciante vender productos.
Marcos Perez una vez describió esto así: “Estamos secuestrados por un presente que demanda nuestra atención constante. Como si lo que estuviera ocurriendo ahora mismo, o pudiera ocurrir en los próximos días, fuera lo más importante —casi lo único importante— a la hora de invertir con éxito”.

“Noto a la tribu inversora zambullirse cada mañana en acaloradas discusiones de Twitter y foros especializados. Decidiendo si comprar o vender todos los días gastando comisiones y no generando una historia que valga la pena. Es fácil encontrar tema para hacer ruido: cada día tiene su “noticia estrella” y cada semana su dato “clave”. La novedad acapara titulares y conversaciones, pero sobre todo secuestra nuestra mente y nos retiene enganchados a las noticias y a la narrativa del momento —el cristal con el que se está interpretando el mundo”.

Sin embargo, ¿quién se acuerda hoy de la “noticia trascendental” de hace dos años tal día como hoy? ¿O de aquel dato que hace un año parecía determinante de cara a la evolución futura de los mercados? ¿Y de la narrativa imperante hace diez años?
Si miro el largo plazo, si miro más allá de 70 km de Capital Federal, creo que el riesgo “argentino” vale la pena. Hay economías regionales que empiezan a arrancar, turismo, minería, energía, campo y tecnología pueden generar las divisas que el Estado ya no genera.

Debemos mucho dinero y ahora en dólares, y con un pasado que nos condena, pero Argentina ahora tiene capacidad de pago y voluntad de pago. Para mí vale la pena tener un Bonar 2020 o 2024 con casi 9.5% de interés anual.

Hay empresas argentinas, sobretodo energéticas y de comunicaciones que ganan dinero y están a precios de los que no tengo dudas de su potencial. Conclusión, hay riesgo en invertir en Argentina, pero para mí vale la pena correrlos.