Puntos de vista. Estados Unidos quiere un dólar débil; Trump, no

El mercado de divisas, con el dólar a la cabeza, se ha convertido esta semana en un intenso partido de tenis, donde los reveses entre el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, y el presidente de Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, terminaron por llevar al billete verde hasta los 1,2536 dólares por primera vez desde hace tres años. Aún así, en esta peculiar cancha, el break point llegó de la mano de Donald Trump, el inquilino de la Casa Blanca, quien ejerció su golpe de efecto al asegurar que la divisa americana terminará por subir. No solo eso, sino que dijo que le gustaría ver un dólar fuerte. Unas palabras sobre las que el viernes se alineó finalmente Mnuchin.

Una vez más, y como ya es constante costumbre en el Despacho Oval, el republicano se distanció completamente de la pataleta del pasado 12 abril, berrinche que le llevó a quejarse del poderío que acumulaba la moneda estadounidense durante una entrevista con el Wall Street Journal. Obviamente, en un abrir y cerrar de ojos, el euro respondió de forma inmediata, cobijándose en el umbral del 1,2409 ,mientras que las subidas previas de la libra esterlina y del yen contra el billete verde se esfumaban.

Un paliativo momentáneo que no hizo olvidar que la divisa estadounidense borró un 10 por ciento de su valor el año pasado y se deja cerca de un 2 por ciento en lo que llevamos de 2018. Un desliz que el pasado miércoles hizo mella en el mercado de divisas, cuando Mnuchin, deshaciendo tradiciones, declaró que un dólar débil era bueno para la economía.

El contexto económico

Esto ocurre en un momento en el que EEUU ha impuesto aranceles a paneles solares y lavadoras, plantea represalias similares para el acero y el aluminio, mientras las brechas comerciales con algunos países, véase México, se utilizan como moneda de cambio en la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En este contexto, los inversores no tardaron en preguntarse dónde está el fondo de este salto al vacío y si las últimas tensiones comerciales que instiga el Gobierno estadounidense acabarán por hacer tropezar el avance sincronizado del que disfruta la economía global.

«Europa está nerviosa por la aparente disposición de EEUU bajo el presidente Trump a abandonar el compromiso tradicional del país con el orden mundial multilateral del que fue pieza instrumental durante su desarrollo», explica Marc Chandler, estratega jefe de divisas de Brown Brothers Harriman. De esta forma Chandler se refiere tanto al mercado cambiario como al obstruccionismo de las políticas de la Casa Blanca con la OMC, entre otros asuntos. A fin de cuentas, Draghi hizo referencia a la preocupación de varios miembros del Consejo, yendo más allá del mercado de divisas y atisbando posibles grietas en el estatus general de las relaciones internacionales.

Paralelamente, otras incógnitas siguen en busca de respuesta. Con una economía que acumula cinco subidas de tipos desde 2015, dos trimestres consecutivos creciendo por encima del 3 por ciento -el viernes se publicó que el último dato ya se redujo al 2,6 por ciento-, la rutina de los máximos bursátiles y una tasa de paro en mínimos de 17 años, la apetencia del dólar en las mesas de inversión debería esta en boga. Mientras tanto, en la eurozona, que disfruta de la expansión que coreografía la economía global, el BCE se resiste a deshacer sus estímulos al hilo del constante repunte del euro. «Con la imprenta monetaria del BCE vigente hasta septiembre y un alza de tipos de interés aún más lejana, la posición firme de la Fed debería estar apuntalando al dólar», apunta David Lamb, experto de Fexco.

«Sin embargo, Draghi ha hecho poco por frenar la demanda de euros a ojos de los inversores, que mantienen su aversión al dólar», añade. Durante la rueda de prensa del jueves, el presidente del BCE llegó a reconocer que si el euro más fuerte conduce a un empeoramiento de las condiciones monetarias y financieras, la entidad podría reconsiderar su postura actual de política monetaria. No solo eso, Draghi hizo referencia a un comunicado del FMI de 2017, en el que todos los Estados miembros habían acordado que la volatilidad excesiva o los movimientos desordenados de los tipos de cambio podrían tener consecuencias adversas para la estabilidad económica y financiera. De ahí el compromiso a abstenerse de devaluaciones competitivas. «Una clara condena a los recientes comentarios de la Administración de los EEUU», califica Carsten Brzeski, economista jefe de ING.

Qué puede esperarse

Entonces, ¿qué es lo que detendrá la caída del dólar? A ojos de Chand- ler no serán ni los funcionarios ni la probabilidad de una subida de los tipos por parte de la Fed a mediados de marzo, algo que ya descuenta el 85 por ciento del mercado. «Más bien será el agotamiento del propio mercado», considera el estratega de BBH, quien estima que no fue Mnuchin quien realmente instigó las ventas de dólares, aunque sus declaraciones ayudaron a darle un último empujón antes de producirse la esperada corrección técnica. «El euro ha ingresado a un área muy importante que se extiende desde los 1,25 dólares a los 1,28 dólares, que incluye no sólo objetivos para un posible retroceso sino también la línea de tendencia bajista mensual desde el récord histórico del euro en 2008 (1,6040 dólares)», justifica.

David Woo, jefe de divisas de Bank of America Merrill Lynch, indicó en un informe a sus clientes que los comentarios de Mnuchin no implican un cambio de política. «Más bien, vemos la declaración en su totalidad como una reafirmación de la política existente sobre el dólar como un reflejo de los fundamentos económicos de EEUU al tiempo que se reconoce una valuación más competitiva del dólar con respecto al año pasado». Eso sí, Woo no tiene duda de que si a la economía de EEUU no le fuera realmente bien, «la Administración Trump estaría más preparada que otros predecesores para poder debilitar el dólar».

Al respecto, Vassili Serebriakov, estratega de divisas de Credit Agricole, consideró en declaraciones citadas por Reuters que aunque el gobierno de Trump es más proteccionista «todavía no está claro qué tipo de dólar buscan el presidente y el secretario del Tesoro». Eso sí, «no parece que realmente quieran una divisa fuerte dado que uno de sus objetivos es impulsar las exportaciones», concluyó. (El Economista, España)