Pasquali: «La odisea de los vivos»

Pasquali: «La odisea de los vivos»

El 22 de junio de 1986 fue un día imborrable en la memoria de los argentinos. El gol de Diego a los ingleses en el Estadio Azteca de la Ciudad de México por los cuartos de final de la Copa del Mundo fue un hito que por un instante nos unió y nos hizo sentir orgullosos como nunca de ser argentinos. La celeste y blanca nos unía. Por un momento sentimos un sentido de pertenencia que nos contenía. Fue un momento muy especial. Apenas 4 años atrás perdíamos la guerra de las Malvinas con el mismo rival. Pero fue solo una ilusión. Desear que todos, aún con nuestras individualidades tengamos la celeste y blanca en el pecho.

Pasquali: «La odisea de los vivos»»Las políticas siempre están más orientadas a mejorar el consumo. Pero sin ahorro no hay inversión y sin ella no hay financiamiento, y sin financiamiento no hay crecimiento»

Ese año nació Pablo, mi segundo hijo. Por mi parte comenzaba a trabajar en el mercado de capitales local. Empezaba un largo camino. En la vida y en lo laboral. Como muchos argentinos con raíces europeas siempre creí que la base de todo es la familia. Tuve 5 hijos y a cada uno de ellos, además de principios lo que más me importó dejarles es la herramienta más valiosa que podemos tener, una buena educación. Mis abuelos que llegaron a nuestro país a comienzos del siglo pasado nos metieron esas ideas en la cabeza. Años después leía que un emperador japonés que puso en primer lugar a la educación dentro de las políticas de Estado creó los cimientos del gran imperio que hoy es Japón.

Pasaron más de 30 años. La educación está muy cuestionada en nuestro país. Sobre todo, la pública. Y hoy preocupa más a nuestros jóvenes tener un pasaporte que una buena educación. Muchas veces el camino del desarrollo profesional va a contramano de la unión familiar. Los fracasos que tuvimos como país en esta materia afectan la vida de miles de personas. De alguna manera se desanda el camino de nuestros abuelos. Su esfuerzo y sacrificio queda opacado por la viveza criolla que no tiene una visión de futuro más allá del egoísmo personal de cada uno. Parafraseando a Bill Clinton, en este caso, es la política estúpido!!!

El mercado de capitales local merece un capítulo aparte. No hay país en el mundo que prospere sin un mercado de capitales fuerte. Hasta los chinos se dieron cuenta de eso. Pero en Argentina es una mala palabra. Por decirlo en pocas palabras.

El ahorro es la parte del ingreso que no se consume. Es consumo postergado. Es claro que a los políticos les conviene que el consumo aumente. Porque mejora el nivel de actividad y con ello los recursos del estado. Por eso las políticas siempre están más orientadas a mejorar el consumo. Pero sin ahorro no hay inversión y sin ella no hay financiamiento, y sin financiamiento no hay crecimiento. Cada vez que se pensó en el mercado de capitales local fue para utilizarlo, como en la época de las privatizaciones o para gravarlo con algún tipo de impuesto.

A esta altura alguien podría decir que resulta lógico que la actividad este gravada. Lo cual es muy cierto. Pero lo razonable es hacer crecer el mercado y luego gravarlo. ¡Pero gravando las utilidades reales y no las nominales! ¡¡¡El increíble impuesto a la renta financiera hizo que miles de ahorristas que invirtieron en plazos fijos y perdieran contra la inflación pagaran impuesto a la renta y los que compraron dólares duplicaron sus ganancias y no pagaron un centavo!!! Por supuesto hablo de personas físicas. ¿Qué incentivo tiene una persona para poner su dinero en el banco? Obvio una gran tasa de interés. Y por supuesto que esto impacta en el valor del crédito. ¿Y qué incentivo tiene una persona para comprar dólares? ¿Me pongo la camiseta argentina o…?

Es clara la respuesta y nadie puede criticar el instinto de preservar los ahorros. Pero por un instante analicemos la hipocresía y desidia con que se trata al mercado de capitales local. Podríamos identificar básicamente cuatro tipos de comportamientos.

El primero es el de aquellos inversores que por temperamento o malas experiencias siempre fueron desconfiados de todos los activos locales. Argentina debe ser el país con mayor cantidad de ahorros en el exterior. Todos sabemos que cuando sobreviene una crisis, los precios de todos los activos se deprecian (los financieros y los físicos) y luego con “monedas” se pueden comprar activos valiosos. Esta es la idea subyacente.

Todavía recuerdo aquel empresario textil dueño de una cadena de ropa para niños que antes de romperse la convertibilidad vendió su negocio, se quedó con la deuda en dólares y mandó los dólares de la venta al exterior. Luego fue el abanderado de las 3 D, desdolarización, devaluación y default.

El segundo comportamiento es el de los inversores y especialistas que con cierto criterio analizan los distintos tipos de alternativas de inversión, pero con un análisis muy sesgado hacia lo externo.

Es claro que no hay nada más temeroso que el dinero. Y agregaría también la pérdida de reputación. Después de todo la historia demuestra que en Argentina la historia siempre se repite. Es justo decir aquí, que profesionalmente están obligados a actuar de esa manera porque su función es preservar el patrimonio de sus clientes. Como en la vida hay de todo. Profesionales que actúan de buena fe y profetas del desastre que buscan un galardón profesional si sus pronósticos se cumplen. Por supuesto no son los responsables de las crisis, pero muchas veces son funcionales a ella.

Los dos comportamientos restantes tienen mucho que ver con nuestro mercado y con las cosas que nos pasan.

El primero es el de los inversores o ahorristas que confían en el mercado local. Compran acciones, bonos, fondos comunes, plazos fijos, etc. Son los que ponen sus ahorros al servicio de una inversión productiva, o financian al Estado o al sector privado, para muchos los giles que confían en el país, para otros -muchos políticos- los especuladores y para una minoría -cada vez más chica- los verdaderos actores de nuestro empequeñecido mercado local.

Cada vez que hay una crisis en nuestro país son los patos de la boda. Si usted analiza con atención el mensaje de la casi totalidad de nuestros políticos, los problemas se pueden solucionar refinanciando, reperfilando, reprogramando o defaulteando la deuda pública. Traduciendo al castellano apropiándose o directamente robando los ahorros de quienes confiaron en nuestro país. Como la medida no es inocua, y tiene impacto en varios frentes, recrudecen los temores de corralitos, cepos, nuevos impuestos y cesaciones de pagos varias.

Si lo piensa un poco el panorama es claro. Ningún país puede crecer si sus habitantes más capacitados piensan en irse y su población invierte en otra divisa o en el exterior. ¿Por qué razón cuando se habla de las crisis recurrentes de la Argentina no se pone la lupa sobre lo que pasa con nuestro mercado de capitales? La respuesta es sencilla. Para respetar las reglas de juego hay que tener conducta. Y muchas veces eso no da votos. Además, siempre están los giles que se pueden esquilmar. Aunque cada vez el futuro luzca más sombrío. A tal punto que muchos compatriotas piensan más en el pasaporte que en un proyecto en nuestro país.

Un párrafo aparte para los que en soledad y absoluta minoría intentan explicar en los medios esta realidad. Mi solidaridad intelectual con mi amigo Claudio Zuchovicki quien explicaba que los precios de muchos activos llegaron a un nivel que no es digno para el vendedor realizarlos. Estoy, y siempre estaré del lado de los que como él intentan construir y sumar. Pero se necesita un ejército para vencer al desconocimiento, la desidia o el robo. Y no hablo solo del robo monetario. Porque hay un cuarto comportamiento para analizar.

Es el de quienes no tienen la posibilidad de ahorrar un peso. No pueden nada. Cada vez son más. Son los que llevan la peor parte. Sus ingresos se licuan y muchas veces sufren el espejismo de tener aumentos nominales para comprar menos cosas.

El sistema derrama para abajo. Las corridas se llevan puestos a todos. A ellos les roban un futuro que no tienen. Mientras tanto, los que apostaron contra la celeste y blanca tienen una victoria pírrica, porque las diferencias entre clases son cada vez mayores, no solo en poder económico sino en cantidad de personas. Que no pueden pensar en el futuro sino en el presente inmediato. El circulo cierra con más populismo. La paradoja es brutal. El que invierte en el país sufrió varias metamorfosis, pasó de ahorrista a buitre, especulador, gil y va camino a… Los vivos venderán sus dólares en el momento apropiado, (¿en qué ahorran nuestros políticos?) y el círculo volverá a comenzar.

Pero muchos serán cada vez más dependientes de una ayuda del gobierno de turno. Y a diferencia de 1986 esta vez ni Messi pudo darles una alegría.