Panamá. Pasado colonial, presente de cristal

Panamá. Pasado colonial, presente de cristal

 

 

Maravillosa Panamá, la del istmo que une las dos Américas, del Norte y del Sur, como un lazo tensionado entre dos realidades muy diferentes, o entre un pasado que dificilmente previó el presente que rasca los cielos.

Durante todo el año, las temperaturas en la ciudad de Panamá -su capital – suelen ser cálidas y con un alto porcentaje de humedad; atmósfera caliente para envolver entre febrero y marzo a los carnavales panameños, espacio de festejos, desfiles de disfraces y bailes en las calles.

Panamá es la ciudad de la conquista, aún entre interminables rascacielos vidriados, lujosos, imponentes, que le dan una imagen de vanguardia, y es lo primero que se ve desde el avión. En los alrededores hay casinos, bares, lugares para bailar, hoteles y salas de convenciones que suelen ser epicentro de eventos y reuniones de empresas de todo el mundo.

Esta cara moderna tiene un equilibrado contraste con los edificios coloniales del Casco Antiguo de la ciudad. Es el barrio más pequeño de la capital y su principal atractivo radica en sus históricas construcciones. Las casas de estilo neoclásico en llamativos tonos pastel, que se suman a sus labe- rintos de calles estrechas, iglesias y museos, generan una experiencia única y disfrutable. Algunos lo comparan con La Habana o el Barrio Francés, en New Orleans. Levantado en 1673, fue trazado en forma reticular hacia los cuatro puntos cardinales, y está situado en una pequeña península, rodeado de arrecifes rocosos. Comenzó a reciclarse a principios de los años de 1990 pero cobró real impulso a partir de 1997, cuando fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Hoy es destino de viaje de miles de turistas, muchos de los cuales, luego de conocer la zona, han decidido instalarse definitivamente allí.

Un atractivo adicional del Casco Antiguo es su intensa vida nocturna.

Hay restaurantes y bares de gran elegancia que han transformado la zona en parte del circuito exclusivo de la ciudad. Se intercalan con lugares pequeños y cafeterías al aire libre para hacer un alto y tomar un café o disfrutar de alguna variedad de licores. Allí conviven, a lo largo de las calles de adoquines, con un estilo boutique más cercano a la estética de la bohemia.

La mayor actividad nocturna se concentra en los alrededores de la plaza Bolívar, que se ve rodeada de bailes, locales con música en vivo y hasta karaoke. En el entorno también hay galerías de arte, sobre todo de artistas panameños. En cuanto a la gastronomía, naturalmente el mar está omnipresente. Sobresale la comida italiana y mediterránea, además de los siempre presentes mariscos, especialmente en el Mercado del Marisco, para muchos el mejor lugar para comer en la ciudad de Panamá. Hay un buen restaurante que se suma a varios lugares más pequeños donde se puede degustar ceviche con galletas y ají picante.

Belleza natural

Si nos alejamos del casco antiguo, una visita ineludible es el Parque Natural Metropolitano, considerado el pulmón de la ciudad. Se trata de un área natural de 265 hectáreas ubicado hacia las afueras de la ciudad, cercano a la cuenca del canal de Panamá. Por lo general es muy concurrido por grupos que lo visitan con fines educativos y recreativos. El parque cuenta con personal especializado en educación ambiental, investigadores y guías y guardaparques bilingües con amplios conocimientos en interpretación. Tiene una gran variedad de aves y animales propios del bosque húmedo tropical. Se lo puede recorrer a través de senderos naturales que permiten, en algunos puntos, observar el lugar y también tener una vista panorámica y plena de la capital.

Otra forma igualmente disfrutable de acercarse a la belleza natural de Panamá es recorrer el archipiélago de San Blas –o archipiélago de las Mulatas – , un conjunto de 365 pequeñas y maravillosas islas e islotes ubicados frente a la costa norte del istmo. Pertenece y es protegido por los indios Kuna y solo unas pocas decenas de islas están habitadas. Los lugareños viven en chozas, pequeñas cabañas con techo de paja, paredes de bambú y piso de arena.

Si, en cambio, se redirecciona el camino hacia la costa noroeste del Caribe, se podrá disfrutar de Bocas del Toro. El “caribe panameño” o, como prefieren nombrarlo algunos, “la esmeralda de Panamá”. Es un archipiélago de nueve islas tropicales que aún conserva una notoria influencia de las Indias Occidentales. Invita al turismo ecológico y de aventura, sobre todo porque cuenta con los mejores lugares para bucear y hacer surf. Es un sinfín de playas espectaculares, peces de colores y arrecifes de coral rodeados de bosques profundos y de un verde intenso. Hay salidas naturales de aguas de mar que se ubican entre más de 200 pequeños islotes, las nueve islas grandes y los 51 cayos coralinos que forman un intrincado laberinto de agua. Las playas y los bosques son la antesala a uno de los más impactantes parques nacionales de Centroamérica como lo es el de la isla Bastimentos.

Se trata de una isla de 52 kilómetros donde hay buceo de clase mundial en su Parque Nacional Marino. Una de las atracciones más grandes de la isla Bastimentos son sus playas muy poco concurridas que dan hacia el norte. Deben visitarse playa Primera (también nombrada playa Wizard), conocida por sus enormes olas, o playa Rana Roja, una amplia costa de arenas suaves, nombrada así por la legendaria rana flecha roja que habita en los bosques cercanos.