Países emergentes El riesgo y las inversiones reactivan las economías

2017 fue un año marcado por el descontento social global, con los salarios estancados y desigualdad nacional al alza, sin embargo el mundo disfrutó de su primer año de crecimiento sólido y acompasado en todos los rincones del planeta, y los mercados emergentes no fueron la excepción.
Vistos como un bloque, «los Emergentes» vienen experimentando profundos cambios paradigmáticos. La primera transformación evidente ha sido la composición del propio índice y otra no tan evidente hasta que lse lleva las economías a los gráficos, es que suman el 60% del PIB mundial, 20 puntos más que hace veinte años. y eEste es el punto en que los países Emergentes reclaman su lugar en los principales foros de toma de decisión del planeta.
El 80% del crecimiento de la economía mundial depende de lo que haga este grupo de países, que crece a paso firme (hoy son más del doble que a finales de los noventa), y el tercer dato que es un pronóstico, ees una advertencia, «mucho tendrían que cambiar las cosas para que en 30 años seis de las siete mayores economías del globo no sean emergentes», según la consultora PwC. De entre las potencias tradicionales Estados Unidos es la única que aguanta el paso frente al empuje de estas naciones.
Se suman unos cuántos motivos para este impulso del sector,  la mayor demanda interna en sus propios países a medida que las clases medias crecen y la recuperación del precio de las materias primas, que en última instancia ha permitido la salida de la recesión a Rusia y a Brasil, asegura Alejandro Werner, director del departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI). También han influido positivamente la reciente debilidad del dólar.

Los ojos en EE.UU.

El PIB mundial crecerá este año casi un 4%, según las cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI), y entre 2018 y 2020 la expansión global debería estar más cerca del 4% que del 3%. Los riesgos —el regreso de las retóricas proteccionistas, la beligerancia de Donald Trump en su política exterior y el regreso de la inflación en EE UU y, en consonancia, el fin del dinero barato como referencia a seguir para los bancos centrales— continúan ahí y convendría no obviarlos. “Pero el escenario central sigue siendo el de una recuperación sincronizada de las economías desarrolladas y emergentes con una convergencia a sus niveles de crecimiento potencial”, subraya Ángel Melguizo, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Estados Unidos va camino de encadenar su ciclo de crecimiento más largo de su historia: en marzo serán 105 meses de expansión ininterrumpida y si la tendencia continúa en poco más de un año superará el récord cosechado entre 1991 y 2001.
Pese al susto bursátil de hace dos semanas en todo el mundo, que ha provocado a su vez un bache en la entrada de capitales en los mercados emergentes, y la mencionada madurez del ciclo en EE UU, que empieza a rondar en la cabeza de muchos analistas, 2018 empieza más o menos como terminó el ejercicio anterior: con todos los motores económicos del mundo activos, en buena forma y retroalimentándose entre sí. Buenas noticias para los emergentes.

La mejora de los países emergentes

En el caso de las economías avanzadas, el repunte este año será del 2,3%. “EE UU, Europa y Japón han tenido un 2017 excelente y se espera que esta tendencia continúe. Y ese es un determinante principal de la buena marcha del mundo emergente”, subraya Alicia García Herrero, economista jefe para Asia del banco de inversión francés Natixis. En este contexto, el bloque de países emergentes y en desarrollo, como los cataloga el FMI, rozará en 2018 el 5% de crecimiento con los países asiáticos al frente. Si a su principal cliente, Occidente, le va bien, a ellos también les va bien. Con una ventaja adicional: a diferencia de los países ricos, los emergentes están en una etapa inicial de su ciclo, subraya Stéphanie de Torquat, estratega de Lombard Odier, en un reciente análisis.
El bloque de países en desarrollo no está exento de incertidumbre, pero sus Gobiernos parecen haber tomado el camino correcto en sus políticas. Al contrario de lo que sucedía en el anterior ciclo alcista de la economía mundial, que terminó abruptamente el 15 de septiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, en los últimos años muchos emergentes han tratado de reducir su dependencia de Occidente. En ese cambio, y también en su buen momento actual, desempeña un papel esencial la creciente demanda interna.
El caso de China el consumo interno ya supone el 60% de su crecimiento económico y el frenazo industrial, lejos de los malos augurios del turbulento verano de 2015, está siendo menor del esperado, y el PIB cerrará 2018 con un crecimiento superior al 7%.  India, otro gigante llamado a liderar la economía mundial, también está viviendo un proceso acelerado de cambio en su matriz económica, de la agricultura a los servicios sin apenas pasar por la manufactura. Con la demanda interna picando al alza, las actividades terciarias sumando ya casi la mitad del PIB y con un importante proceso de reformas en marcha, el país asiático ha logrado en los últimos años capitalizar el apetito inversor y va camino de cerrar su particular década dorada con un crecimiento medio por encima del 7%.
Más allá de las etiquetas, a ojos de los inversores, los emergentes ya no son los mismos países plagados de incertidumbre de hace unas décadas. Su rentabilidad sigue yendo en consonancia con el mayor riesgo esperado que en las economías avanzadas, pero la mayoría han mejorado su marco institucional y han puesto en marcha reformas estructurales ortodoxas. Sin embargo habrá que superar matrices de producción que además condicionaron y condicionam el imaginario económico «de país emergente, sinónimo de exportador de commodities.» Es así como se agrupan por casos: Rusia (petróleo, gas, carbón y cereales, entre otros); Brasil (soja, azúcar, carne, mineral de hierro) o Sudáfrica (platino, diamantes, mineral de hierro), que forman junto con China e India el selecto grupo de economías emergentes conocidas bajo el término BRICS. Pero también los de otros tres países destacados en América Latina: Argentina (soja en todas sus variedades, maíz y otros cereales, carne), Chile (cobre) y Colombia (petróleo y café).
La etiqueta emergente, sin embargo, se queda corta para describir la enorme diversidad de estas economías. Mientras la Asia emergente crece por encima del 6% y África está cerca del 4%, América Latina está solo en el rango de entre el 2% y el 3%, lastrada todavía por Brasil.

Principal riesgo

El panorama es alentador, pero no todo son buenas nuevas para el bloque emergente. ¿Cuál es el principal riesgo a corto plazo?  la deuda, en un momento que toca subir tasas y retirar estímulos en EE UU y, más pronto que tarde, también en la Eurozona. Otro eje son las políticas monetarias restrictivas en marcha en los países desarrollados para contener la incipiente inflación. Sobre todo, si ese aumento es acelerado, lo que causaría un impacto en los mercados de valores y aumentaría la incertidumbre a escala global y, en particular en los países en desarrollo, donde el costo de la deuda se dispararía.Y finalmente otro gran riesgo, es la volatilidad en los mercados financieros, junto con cierto sesgo proteccionista en el mundo y sobre todo en EE UU, genere una tormenta perfecta.
Fuente: El País, España https://elpais.com/economia/2018/02/23/actualidad/1519380339_401396.html