Miguel Ángel Solá: “Durante 17 años no me llamó nadie de Argentina para hacer una película"

Miguel Ángel Solá: “Durante 17 años no me llamó nadie de Argentina para hacer una película"

«En general, trato de no poner expectativas. Seguramente éste será mi último protagónico en cine”, expresa Miguel Ángel Solá, el actor que ya no espera nada de nadie. La cita es en Patagonik Film con una sincronización exacta, porque por la noche deberá subir al escenario con Doble o nada, la obra de teatro que protagoniza con Paula Cancio, su mujer. Pese al apuro de su entorno, Solá se desplaza con lentitud: se percibe una leve renguera en él, producto de una caída que sufrió el día anterior. Pero, claro, fueron tantos los golpes físicos y emocionales que le ha tocado sortear a lo largo de su vida que ese tropezón es apenas un punto en el universo comparado con las cicatrices que aún no pudo cerrar…
¿Cómo fue componer ese personaje para el que tuviste que avejentarte 21 años?
En realidad, lo hice como hacen todos los actores: lavando ropa, lavando suelos, cocinando, comprando cosas, pagando deudas, yendo de un lado a otro, haciendo valijas, mudándome varias veces, amando… Así como hacemos los actores del Tercer Mundo. En el medio, aparece esa vorágine de imágenes e intuiciones que se van acelerando a
medida que vas entrando en el personaje, que nace bien pequeñito y empieza a transformarse en un globo que se agiganta cada vez más. Por suerte, llega el primer día de rodaje y ese globo estalla. Pero entonces empezás a transitar por un camino que es otra dimensión, como el mundo de los muertos, porque el protagonista está viviendo su vida real pero pasa algo a su alrededor que es indefinible.
¿Qué sensaciones aparecieron cuando viste la película por primera vez?
Me la pasé temblando y llorando. No pude verla. Mi cuerpo rechazaba el cuerpo de Abraham, porque sentía que el personaje se volvía a instalar en mí. Fue un proceso muy agotador de 8 semanas, muy bello pero muy extenuante.
La vida no le ha sido nada fácil al actor, uno de los más destacados de su generación. Buenas y malas rachas, puñados de dolor y alegría lo han mantenido siempre en jaque. Y un accidente trágico en 2006, en una playa de Gran Canaria, le causó una lesión medular que lo forzó a empezar de cero: el primer diagnóstico fue tetraplejía y, si
bien a los 5 días comenzó a moverse, desde entonces transita una recuperación crónica que dejó secuelas físicas y emocionales.
¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?
La realidad es que estoy condicionado siempre por lo económico. Desgraciadamente no fui previsor y eso siempre angustia un poco: tengo muchas responsabilidades… La idea es que la vida de los que me acompañan sea mejor, pero a veces no se puede. Siento que eso toma parte de mi tiempo vital, que quizás me gustaría dedicar al ocio, a leer, a ir a la playa. Hace muchos años que no tengo esa posibilidad: voy donde está el trabajo y también sé que esos trabajos van menguando a medida que pasa el tiempo.
¿Cómo ves a la sociedad?
Cuando hablás de la descomposición de la sociedad y de los maniqueísmos que se hacen, pensás en que termina estigmatizando, aislando y matando a los diferentes. Es necesario que la gente tome conciencia de que hay que frenar y hacer un cambio fuerte para que el motor no siga atropellando vidas ni valores necesarios para convivir. Los corruptos están libres de la corrupción porque ellos no la sufren.
 
 
Fuente: El Cronista