Villa de Merlo: el destino estrella de la provincia de San Luis

Será la composición rocosa de las sierras que emite iones negativos que energizan, la abundancia de ozono y el clima seco y soleado. También una ciudad que no para de crecer con múltiples alternativas y un paisaje impactante.

Lo cierto es que Villa de Merlo, el ascendente destino de San Luis, es un buen sitio para un viaje familiar, con muchas propuestas para que los chicos se diviertan, conozcan las sierras y hasta la historia de la zona.
Está claro que no hay playa para que el balde y la palita entretengan a los niños durante horas, como en las clásicas vacaciones de la costa atlántica. Así que se requiere un poco de planificación de los padres para hacer programas que dejen contentos a todos los integrantes de la familia y que hagan olvidar el largo viaje desde Buenos Aires.

Si se llega en auto, hay que recorrer casi 800 kilómetros y enfrentarse a más de 12 horas de ruta (con varias paradas incluidas), que se superan rápidamente cuando se empieza a ver el perfil imponente de las Sierras de los Comechingones, que custodian la Villa de Merlo, y se respira el aire puro de esta ciudad, considerado el tercer microclima del mundo, por eso de que el aire contiene una ionización negativa mayor a lo normal.
La ciudad quintuplicó su población en los últimos 20 años. Por ahora no tiene aeropuerto comercial, pero lo están remodelando para futuros vuelos que esperan recibir con las nuevas aerolíneas que ingresan en el mercado de cabotaje.
Además de caminar por la Avenida del Sol, la principal, con entretenimientos, comercio y gastronomía, saltar piedras en los arroyos y disfrutar del entorno, hay buenas propuestas a la medida de los chicos.

Trekking ATP

Merlo es un destino ideal para caminar, para internarse en bosques, cruzar arroyos y ascender sierras. Una de las caminatas famosas es hacia el Salto del Tabaquillo que, desde la Reserva Florofaunística El Rincón, lleva hacia una cascada con una gran olla y que demanda cinco horas de marcha entre ida y vuelta, de exigencia media y con la sugerencia de ir con guía.
Pero con los chicos hay un buen plan B para caminar por la montaña sin tanto esfuerzo ni riesgos. En nuestro caso, viajamos con Facundo y Malena, más acostumbrados a transitar por el asfalto y esperar el colectivo que a largas exploraciones por un bosque.
La Reserva Provincial Mogote Bayo, en la zona de Rincón del Este, es ideal para que los chicos de la ciudad descubran el placer del trekking. El circuito se puede hacer de manera individual, muy bien señalizado, aunque también desde la Secretaría de Turismo ofrecen visitas guiadas gratuitas, con el plus de un guía que aporta datos sobre la flora y la fauna de la zona.
 
 

Visita a los comechingones

«Bienvenidos a viajar al 1500», nos dice Alberto Segade, dueño del parque Yucat, tierra de comechingones. El parque temático a apenas cinco minutos del centro de Merlo, recrea la vida de los aborígenes que habitaron la zona antes de la llegada de los españoles.
En la aldea todo se ve como entonces, incluso con los mismos materiales. «Para armar el parque nos basamos en los trabajos del arqueólogo Antonio Serrano y en crónicas de españoles de la época que nos ayudaron a contar cómo vivían y trabajaban. Queremos que por medio del juego y la experiencia los chicos conozcan la historia», explica Segade.
El parque está formado por 19 escenografías y esculturas en tamaño real, con distintas situaciones de la vida de los comechingones.
A los chicos les pintan la cara de negro y colorado, como hacían los guerreros, y hasta pueden probar puntería con un arco y flecha. Se aprende que con los tendones de los ñandúes hacían los arcos, las agujas para coser se hacían con huesos y la molienda del maíz en un mortero de piedra. Tejer un poncho les demandaba más de un año, en un telar de cintura. Hacían chicha con algarrobo y pintaban las cavernas y zonas rocosas.
Además de las esculturas de los comechingones, en una de las estaciones se puede acceder a una de las casas-pozo donde vivían, en tamaño real.

Noche bajo las estrellas

El cielo limpio de Merlo es ideal para ver y saber un poco más de las estrellas. El astrónomo Conrado Kurtz, de manera independiente, organiza encuentros para ver la luna y las principales constelaciones con un telescopio refractario.
El encuentro es de noche, por supuesto, en una zona alejada de las luces del centro y de manera muy sencilla.
Tres o cuatro familias nos reunimos alrededor del telescopio, casi como si fuera un fogón, para escuchar el relato de Conrado y mirar por el gran aparato a muchas de las 6000 estrellas que se aprecian a simple vista.
El relato es de lo más agradable y didáctico para los chicos, que preguntan de todo de ese mundo tan lejano e inalcanzable. Nos ayuda a ver constelaciones clásicas, como la de Orión y otras míticas y regionales, como la supuesta constelación del Mate, con bombilla y todo.
Así descubrimos a Sirio, la estrella que se ve más brillante en el cielo, equivalente a 25 soles y que marcaba en el Antiguo Egipto el inicio de las inundaciones del Nilo.
También vemos la nebulosa de Orión y a las Tres Marías u otras tantas, como Betelgeuse, de color naranja que está a punto de morir… dentro de unos 100.000 años. Y también escuchamos los relatos sobre los dioses del Olimpo, que se adueñaron de la Vía Láctea.
Hasta que de pronto una enorme luna llena se asoma por detrás del perfil de las sierras y captura la atención de todos. Hacia ella se enfoca el telescopio, que deja ver su superficie, aunque Conrado asegura que el mejor momento para verla es en cuarto creciente, cuando no encandila con tanta luminosidad.
Así redonda, grande, dan ganas de comérsela como a un queso. La función termina, es hora de cenar.

Camino a las nubes en lo más alto de las sierras

Sin importar la edad, el paseo clásico e imperdible en Merlo es subir al filo, en lo alto en las Sierra de los Comechingones. Un ascenso para conductores avezados que se animan a transitar un camino de curvas cerradas y con el precipicio a pocos metros.
Primero se llega al Mirador del Sol, a casi 1500 metros, con una vista panorámica del valle. Y luego se sigue subiendo hasta el filo de la sierra, a más de 2000 metros. Como está en el límite con Córdoba, la vista es hacia las dos provincias.
Continuando unos pocos kilómetros más por el ripio se puede tomar algo en la confitería Mirador de los Cóndores y los que se animan probar los deportes de aventura que se ofrecen, como parapente, tirolesa y puente colgante para los chicos.
 
Fuente: La Nacion