Mercado: ¿Se sostendrá el alza en Wall Street?

Mercado: ¿Se sostendrá el alza en Wall Street?

El mercado debate

Con volatilidad extrema, los precios de algunas empresas que se hicieron trizas y de otras que resucitaron, la Bolsa de Nueva York anotó la semana pasada un repunte de hasta el 5%, en medio de un movimiento velozmente alcista de tasas de interés y de absorción de dólares.

En mayo de 1935 el físico vienes Erwin Schrödinger mantuvo una larga discusión con otros genios de la época, entre ellos el inigualable Albert Einstein, en la que debatían acerca de las paradojas de la mecánica cuántica, una rama de la física que estudia la naturaleza a escalas espaciales pequeñas, los sistemas atómicos, subatómicos y sus interacciones.

Schrödinger, que ya había recibido el Premio Nobel en 1933 por el desarrollo de sus ideas, le planteó a sus colegas un curioso experimento teórico, cuya idea era meter a un gato en una caja con una ampolla con gas tóxico que se podía romper en cualquier momento, y como nadie podía saber si la ampolla se había roto o no, antes de abrir la caja se consideró si el gato podía estar vivo o muerto. Es decir, solamente abriendo la caja, se podría ver qué había ocurrido.

El experimento, luego popularizado como el “teorema de Schrödinger” denotaba que según la teoría cuántica “el gato está vivo y muerto a la vez”. Y podría decirse que ese particular fenómeno está pasando con el mundo financiero, más específicamente con los índices bursátiles de la Bolsa de Nueva York, ya que en medio de una caída que ya lleva casi un año la semana pasada tuvo una gran recuperación, y todos los especialistas concluyeron en que Wall Street está sufriendo hoy una especie de “momento Schrödinger”

¿De qué se trata esta locura?

Simple, muchas cotizaciones de compañías gigantes, reconocidas internacionalmente como las más valiosas de la tierra, vienen de tener caídas del 50%, 60% o 70%, y de repente la semana pasada anotaron fuertes repuntes, que llevaron por ejemplo al índice industrial Dow Jones a un aumento semanal del 5,7%, con una mejora del 2,2% para el Nasdaq. Y la discusión del momento es si este movimiento es el reconocido “rebote del gato muerto”, es decir un gato que cayó de una gran altura, y durante un momento sube, por haber rebotado, pero en los hechos nadie sabe si el gato está vivo o muerto.

¿Qué está sucediendo realmente?

Tras la parálisis económica mundial provocada por el Covid-19 esencialmente entre febrero de 2020 y julio de 2021, la mayoría de los bancos del mundo recurrieron a una emisión de dinero brutal, en muchos casos triplicando la cantidad de dinero que había en las calles, con tasas regaladas, para que los niveles de actividad y consumo se mantuvieran, y que además del virus no se produjera una caída masiva de empresas y un quiebre financiero internacional.

Como efecto directo de ese movimiento, hubo mucho más dinero que producción en muchos sectores de la economía, y eso llevó naturalmente a una superabundancia de consumo, con derivación fuertemente inflacionaria, que está llevando a casi todos los países a procesos de subas de precios no vistos en 30 o 40 años. Todo ese dinero junto, benefició a muchas empresas con ganancias superlativas, que hicieron explotar sus cotizaciones bursátiles hacia noviembre del año pasado.

Sacar el circulante

Desde ese momento, los bancos centrales resolvieron absorber rápidamente el hilo del carretel, es decir sacar dinero de circulación a través de venta de bonos y, al mismo tiempo, determinar una suba de tasas de interés con una velocidad que no se ve desde hace muchos años. Sólo por dar un ejemplo, la tasa de interés de la Reserva Federal subió de casi 0% hasta 3,25% anual, y todo parece indicar que este miércoles la subirá en otros 75 punto básicos, hasta el 4% anual, por lo que está llevando a las tasas de los plazos largos a niveles que oscilan entre 4,2% y 4,6%.

El proceso de aspiración y encarecimiento del dinero apunta por ahora según los expertos hasta llevar a la tasa más corta a un nivel del 5% anual, lo cual supuestamente alcanzaría para terminar de controlar la fiebre inflacionaria, con países centrales sufriendo subas de precios anuales en torno al 10%, y los argentinos lo estamos sufriendo como nadie en carne propia, con una inflación que en 2022 superará, según el último Relevamiento del Expectativas de Mercado (REM) el 100% anual.

Los balances de las empresas

Lo particular de este momento es que en las bolsas están entrando en estos días los estados contables trimestrales de las empresas con cierre al 30 de septiembre pasado. Algunos pocos balances muestran que los resultados obtenidos por las compañías en el período julio-septiembre fueron claramente peores que los de igual lapso de 2021, pero de manera sorprendente (a pesar de la menor liquidez y de la suba de la tasa de interés) muchas presentaciones llegan todavía con números buenos, no tan relucientes como los de hace un año, pero todavía positivos.

Por esa razón, los que ahorran en acciones (costumbre generalizada entre los norteamericanos, que en general colocan sus fondos 60% en acciones y 40% en bonos) están divididos en dos: hay temerosos que ven que las tasas de interés y las restricciones de liquidez se mantendrán por delante, y siguen vendiendo papeles, con inversores más osados o arriesgados, que luego de caídas gigantescas en muchas compañías que consideran imposibles de quebrar, terminarán recuperando su precio tarde o temprano.

Es justamente en este punto donde aparece Schrödinger y su gato

¿Se trata del repunte de la semana pasada del rebote de un gato muerto o vivo? Dicho de otro modo: ¿las tasas de interés seguirán subiendo sin parar y las ganancias de las empresas se irán achicando todavía más, depreciando su valor bursátil? ¿O el período está llegando a su fin? La caída del gato fue evidente, todos la vieron, y también observaron que acaba de rebotar, pero ¿el gato maúlla, está vivo, o ha muerto y volverá a caer?

Debido a las restricciones de liquidez y a la suba de tasas que se está aplicando en todas partes (en Argentina de hecho las tasas de los plazos fijos ya subieron del 37 al 75% y hay casi $ 9 billones absorbidos por el Banco Central, por lo que 6 de cada 10 pesos depositados en los bancos están convertidos en Letras de Liquidez (Leliq).

¿Alcanza con la suba de tasas?

Y la gran discusión es: ¿alcanzará la suba de tasas realizada hasta ahora para apagar el incendio inflacionario, o se requerirá de mucho más? En Wall Street especulan con que luego de la suba de la tasa por parte de la Fed esta semana, será elevada otro medio punto en diciembre y un cuarto a partir de febrero, para estabilizarla en 5% anual a nivel corto.

Frente a esto, por supuesto, es esencial lo que está ocurriendo con el precio de las cosas, y las commodities son mirados con absoluto detalle, porque a partir de ellos se forma todo el resto de la cadena de precios. Y se ve casi con asombro que en medio de esta crisis muchos precios esenciales están volando: en lo que va de octubre en la Bolsa de Rosario el girasol sube 28,6%, la soja aumenta 22,2% y el trigo trepa 15%. Al mismo tiempo a nivel internacional el petróleo trepa 10,9%, y los metales básicos también se muestran muy firmes, con suba en octubre del 3,5% para el níquel, del 3,2% para el aluminio y del 0,7% para el cobre.

Criptomonedas

Incluso hay una vigorosa distorsión en posiciones consideradas como reserva de valor en contra de las monedas. En octubre el Bitcoin sube 6,6%, con otras criptomonedas aumentando más. Mientras que refugios clásicos como los metales preciosos se están manteniendo bastante tranquilos: la onza de plaza avanza 0,9% en el mes y el oro muestra todo lo contrario, baja 0,9% en lo que va de octubre. Y hay otros granos que, dependiendo de los factores climáticos, van también a la zaga: en octubre el maíz sube 3% en Rosario y la soja mejora 1,8% en Chicago.

Hasta ahora, por ser considerados los más seguros del mundo (ya que la economía norteamericana es la única que sigue creciendo de manera sólida), los bonos del Tesoro (y el dólar) se convirtieron en el principal canal de inversión elegido por una montaña de inversores conservadores, pero EE.UU. empieza a mostrar sectores con problemas (como el mercado de viviendas) y la semana pasada el dólar siguió subiendo en economías más frágiles, pero retrocedió contra monedas consideradas más sólidas.

El dólar en el mundo

A lo largo de la semana pasada el dólar subió 2,6% en Brasil (con balotaje presidencial ayer) y también hubo subas en todos los dólares libres en Argentina: el MEP (o dólar bolsa) subió 1,5%, el contado con liquidación (o dólar fuga) avanzó 0,7% y el dólar blue (o dólar colchón) mejoró 0,3%, los tres ubicándose en zonas máximas de nueve semanas. Pero el resto de las monedas mundiales estuvieron más tranquilas contra el dólar: subió 0,1% en China, bajó 0,1% en Japón, cedió 0,2% contra el franco suizo y achicó 1% contra el euro y 2,7% contra la libra (luego del insólito cambio de primer ministro inglés).

¿Qué ven los especialistas por delante?

En general esperan recesiones consistentes en Europa, Japón y posible freno fuerte en China. También se espera una recesión aunque más suave en EE.UU., por lo que muchos están convencidos de que la Fed subirá las tasas al menos hasta mayo o junio, pero ni bien la inflación aplaque comenzará a soltar de nuevo el carretel, para volver a incentivar el nivel de actividad, y mantener vivo el empleo.

El caso argentino, por supuesto, siempre se destaca por ser una situación completamente aparte. Se acaba de aprobar en Diputados (falta el Senado) un Presupuesto con una inflación proyectada para 2023 del 60%, cuando todos y cada uno de los estudios privados de más prestigio dicen que el próximo año tendrá una inflación piso semejante a la de 2022, si no es más.

Y a nivel local hay varios agravantes: por la sequía y la venta anticipada de granos, no habrá fuerte entrada de dólares hasta abril. Y, heredados de Martín Guzmán, hay algunos vencimientos en dólares no demasiado importantes, pero una montaña de vencimiento de deuda en pesos, y son pocos los privados que están dispuestos a pasar el proceso electoral en la moneda local.

Fuente: El Economista