Casas de cuento levantadas por tejedores, ganaderos y comerciantes entre los siglos XIII y XV gracias al entonces pujante comercio de lana —de ahí su nombre, cots (ovejas) y wolds (colinas)—, que han envejecido con elegancia y se han conservado prácticamente intactas. Y junto a ellas, hermosas iglesias construidas en piedra caliza de color miel. Para explorar la zona conviene conducir sin prisas, descubriendo en cada curva rincones bellísimos que aparecen en mitad de la nada. Nada desentona, todo es armónico.
Stow-on-the-Wold, hogar de las ovejas-leones
En un bonito cruce de siete carreteras, a solo 15 minutos en coche desde Campden, Stow es la parada perfecta para comprar productos orgánicos o antigüedades. Es también el pueblo más elevado de los Cotswolds, y en sus colinas pastaban las mejores ovejas de lana, las famosas costwols lion. El pueblo, cuyo rincón con más encanto es la plaza del Ayuntamiento, acogía en otras épocas ferias de ganado donde esta especie bovina se cotizaban a precio de oro. Cercanos y también imprescindibles, los pueblos Upper y Lower Slaughter —en realidad son casi uno— invitan a caminar entre ellos para disfrutar plenamente de la campiña inglesa.
El Gloucester de Harry Potter
Importante nudo de transporte en la época romana —era un asentamiento para legionarios retirados—, actualmente el tirón de Gloucester está ligado a Harry Potter, y no faltan en sus calles seguidores de la saga de J.K. Rowling en busca de algunas de las localizaciones que aparecen en las películas del joven mago, como la catedral y su claustro, claramente reconocible en las dos primeras entregas de la serie cinematográfica. Fueron los comerciantes medievales quienes financiaron la construcción del templo, una de las catedrales más hermosas de Inglaterra, cuyo claustro esconde una bóveda abanicada fabulosa. Dentro podremos contemplar la tumba de Eduardo II y en sus alrededores pasear por pasadizos y estrechas calles, así como visitar tiendas y salones de té.