“La revolución digital está triturando los ideales de la Revolución francesa”

“La revolución digital está triturando los ideales de la Revolución francesa”

José María Lassalle (político y escritor español), fascinado por la técnica desde los tiempos de su tesis doctoral, liberal influenciado por la crítica (de raigambre marxista) de la Escuela de Frankfurt, advierte de los peligros del desarrollo tecnológico desbocado y monopolístico. Después de su paso por la política como secretario de Estado de Cultura y secretario de Estado de Sociedad de la Información y Agenda Digital, ambos en Gobiernos de Mariano Rajoy, ha regresado a la vida académica, a sus clases, a sus lecturas, a sus escritos. Su último libro, Ciberleviatán, alerta de la amenaza que se cierne sobre las democracias occidentales, y propone soluciones. Estamos a tiempo.

¿Nos conocen los algoritmos mejor que nosotros mismos?

Efectivamente. Además, cuando surjan los algoritmos biométricos y, junto con el machine learning, sean capaces de interpretar nuestras emociones, ya prácticamente nos sustituirán en nuestra capacidad de decisión. Es uno de los retos que tiene por delante la democracia occidental.

El panorama que se describe en suena a fantasía ciberpunk, con grandes corporaciones que lo dominan todo… ¿Viviremos en una distopía de este tipo?

Ciberleviatán

Desgraciadamente no es una fantasía. Cada vez somos más los que advertimos de los riesgos distópicos hacia los que avanza la revolución digital. Son unos riesgos asociados, por un lado, a la élite tecnocrática que domina la revolución digital, y que tiene una visión claramente nietzscheana y posmoderna: una reformulación de la idea del hombre a través del transhumanismo. Pero están también asociados a una visión de la técnica despojada de cualquier tipo de reflexión o contenido humanístico: se centra en forzar los límites. Una de las claves del desarrollo tecnológico está en que no existen límites, y eso es reventar los fundamentos de nuestra civilización.

Dice usted que lo curioso es que este proceso se suele ver con buenos ojos. ¿Cree que el punto de vista puede estar cambiando? La cuenta de resultados y los niveles de capitalización de las grandes corporaciones dicen que no, y la cifra de negocio que generan los servicios y las aplicaciones tampoco. El modelo capitalista evoluciona hacia un capitalismo cognitivo basado precisamente en un desapoderamiento del poder político, de una neutralización de la democracia y de un proceso de concentración de riqueza y poder monopolístico inédito desde los trusts de Estados Unidos de finales del siglo XIX. El poder político estadounidense los vio como un peligro y los combatió con las leyes antitrust y anticártel. Estamos desarrollando un modelo de capitalismo que fomenta la desigualdad.

Usted va más allá de la crítica de la denuncia un cambio en la subjetividad del ser humano. La revolución digital está siendo una revolución ontológica, que afecta a la esencia de lo humano, cambia nuestra subjetividad, provoca que por primera vez en la historia el cuerpo se retire de la percepción directa de la realidad. Es también una revolución política, que está triturando los ideales de la Revolución francesa y de la construcción de la idea de ciudadanía por la mayoría de edad, proponiendo una libertad asistida que sustituye a la ley por los algoritmos. Y está suponiendo otro cambio radical: sustituye a la Revolución industrial: el modelo de economía basado en el capital y el trabajo está expeliendo al trabajo y sustituyéndole por IA y la robótica. La mayor revolución de la historia se está produciendo ahora.

¿Cómo?

Desde el homo habilis estamos cambiando nuestra forma de relacionarnos con la realidad. Ahora estamos sustituyendo la realidad por un diálogo con interfaces y eso nos está anulando. El dolor nos ayudaba a entender la tortura. Ahora, la muerte civil que se practica en linchamientos digitales, que protagonizan multitudes anónimas en las redes, son posibles porque no hay una experiencia directa del dolor. Hay nuevas experiencias de la crueldad. Las redes fomentan multitudes digitales que tienen una empatía cero.

Más que desarrollar una realidad aumentada hay que desarrollar una humanidad aumentada

Cinco Días, Epaña