La economía se define más por la ejecución que por el propósito

La economía se define más por la ejecución que por el propósito

El precio del dólar lo decide el martillo del BCRA. Las soluciones no están en el control de la demanda sino en incrementar la oferta

«Entre lo que quiero y lo que hago»: Un profesor (Artigas) de la Universidad de Mar del Plata, decía que en la facultad nos enseñan primero a planificar lo que queremos hacer.  Luego lo comparamos con lo que realmente hicimos. La diferencia es lo que no pudimos conseguir y por lo tanto debería ser nuestro “problema a resolver” y el desafío era esforzarse para conseguirlo.

Entonces el profesor, Artigas, decía que el verdadero problema no es lo que hicimos, puesto que es simplemente lo que pudimos hacer. El problema es lo que planificamos. Quizás nos imaginamos más de lo que somos. Muchas veces nos fijamos metas, que luego se transforman en frustración.

Divorcio entre lo planificado y lo ejecutado:

El propósito o la intención dirigencial sostiene que no importa la seguridad jurídica; para aumentar la inversión tiene que haber crecimiento, y para eso solo hay que fomentar el consumo que a su vez requiere distribuir la plata del contribuyente. Entonces, usan el martillo de las regulaciones para distribuir el ingreso, sin importar el mérito o el esfuerzo que uno haya hecho. Lo importante es la distribución, no la generación.

Sin embargo, la experiencia nos demuestra que el martillo no sirve para fomentar la inversión. Está claro que si no hay ventas no va a haber producción, aunque tengamos mucha seguridad jurídica. Pero, si el empresario percibe que está a merced de lo que decida un burócrata de turno, la inversión solo se orientará a proyectos de altos retornos, o a conseguir los contactos justos para obtener los beneficios de las regulaciones, dejando a veces parte de esos retornos. Casi de manual, casi de “cuaderno”.

Agrego: sin seguridad física tampoco va haber aumento de inversión. Si no respetamos la vida y subestimamos la inseguridad, vamos a vivir como todos los países que pasaron por lo mismo, de las remesas de los ciudadanos que abandonan el país, de la plata que los emigrantes les envían a sus familias.

El precio del dólar lo decide el martillo del BCRA

El propósito o la intención dirigencial sostiene que “el precio del dólar lo decide el martillo del BCRA porque siempre debe administrar el tipo de cambio para defender a la industria nacional, aunque el consumidor deba pagar más”. Además, sostiene que “el valor del dólar es razonable y una devaluación solo bajaría el salario real (por aumento de precios) y se beneficiarían únicamente los que están posicionados en dólares, o sea los ricos”. Solo hace falta convencer a la ciudadanía de que ahorre en pesos. Por eso regulan el dólar a 75, usando el martillo para determinar quién puede comprar y quién está obligado a vender.

Sin embargo, la experiencia nos demuestra que con el martillo solo, no se controla el tipo de cambio. Hoy a $75, hay un solo vendedor: los exportadores obligados. Pero esos dólares solo sirven para los importadores (a los que ellos autorizan) siempre y cuando alcancen. Para el resto de los ciudadanos el dólar vale como mínimo $130 ¿Si el precio no surge por voluntad de las partes ¿por qué vamos a creer que vale $75?

La economía se define más por la ejecución que por el propósito

El dólar en Argentina no funciona como moneda sino como refugio de valor. Es imposible regular la voluntad del ahorrista. Aparecen otros mercados: el paralelo, el dólar cable, el dólar MEP, el dólar cueva y son los que finalmente se toman como referencia, porque es donde realmente se consigue operar.

El gobierno quiere que los activos se negocien en pesos, pero déjenme llevarlos al absurdo utilizando una gran enseñanza de Adrián Paenza para interpretar números grandes.

El gobierno quiere que los activos se negocien en pesos

Imaginemos que contar hasta uno, nos lleva 1 segundo (y contar hasta cien, 100 segundos). ¿Cuánto nos costaría contar hasta 1.000? Relativamente poco, 17 minutos. Hasta un millón nos llevaría 12 días y un billón, 32.000 años. Aquí es donde realmente apreciamos la diferencia tan grande que hay entre un millón y un billón. No es lo mismo estar contando dinero 12 días que hacerlo durante 32.000 años.

Hoy 100.000 dólares representarían unos 13.500.000 pesos.  Si se paga en billetes de 100, se necesita 1 día y medio para contarlos y 3 días si lo tienen que contar ambas partes.

La inflación en Argentina no tiene que ver con la emisión, es multicausal

 El propósito o la intención dirigencial sostiene que la inflación en Argentina no tiene que ver con la emisión, es multicausal. Salario, tarifas y tipo de cambio son las causas principales. Para ello usan el martillo y pisan el salario y las jubilaciones, congelan las tarifas y pretenden regular la variación del tipo de cambio, así se puede emitir lo necesario para financiar el déficit fiscal.

Sin embargo, la experiencia nos demuestra que las herramientas van perdiendo filo como el hacha, y dejan de ser efectivas. El salario ya no se puede pisar porque empezó a crecer la conflictividad laboral. El tipo de cambio sin reservas se les hace inmanejable y por congelamiento de precios cae la inversión y aparece el desabastecimiento, que es peor que la suba de precios.

Amigos, si tenemos el doble de pesos que hace un año por emisión y menos productos (caída abrupta del PBI) permítanme sospechar cómo termina esto. Ya lo viví varias veces.

La prioridad son los trabajadores de bajos ingresos, los informales y los desempleados.

El propósito o la intención dirigencial sostiene que realizar una quita de impuestos a los de mayores ingresos en esta etapa de crisis internacional y de menor crecimiento de la economía no sería acertado, ya que se restarían recursos para continuar con las políticas de un Estado presente (viviendas sociales, inversión pública, asignación universal, IFE, ATE, etc.). La prioridad son los trabajadores de bajos ingresos, los informales y los desempleados.

Sin embargo, la experiencia nos demuestra que subir impuestos para sacarle a los que producen y darle a los que no pueden producir termina afectando a los dos. Bajar impuestos aumenta la inversión, con ella el trabajo genuino y la inclusión ayudan a disminuir el gasto asistencial del Estado. A mayor ganancia más pago de impuestos. Ya está probado que bajar impuestos suma, no resta.

Las soluciones no están en el control de la demanda sino en incrementar la oferta. En seducir, no en imponer.

¿Quién paga la cuenta?…

Lea la nota completa en: Bank Magazine