Informe Especial Brasil | Desafíos 2019-2022

Informe Especial Brasil | Desafíos 2019-2022

Ramiro Castiñeira analiza la herencia para Jair Bolsonaro, tras dos años de profunda recesión entre el proceso del LavaJato y el contexto cdificil global para países emergentes.

Brasil es dueño de una economía que no despega. Tras los dos años de profunda recesión en 2015 y 2016,  la economía acumuló una caída del 7,0%.

Actualmente el nivel de actividad todavía está un 6,0% por debajo del pico que observó en 2014, cuando culminó el boom de los commodities que favoreció a las economías emergentes.

Al menor ingreso de divisas provenientes del comercio exterior que dio inicio a la recesión, coincidió con el destape de un entramado de corrupción (Lava jato) que culminó este año con el expresidente Lula da Silva condenado a más de 12 años de presión, además de otros políticos y empresarios.

En paralelo, en 2015 también se inició un juicio político a la presidente Dilma Rousseff por manipular las estadísticas públicas, que culminó en su destitución del cargo de presidente en 2016, y asumiendo Michel Temer como presidente interino hasta fin de este año.

El fin del boom en el precio de los commodities puso en evidencia que el Estado asumió compromisos en forma permanente, con ingresos que fueron sólo transitorios, lo que hizo estallar las cuentas públicas, apareciendo un déficit fiscal que llegó a 10,7% del PBI a fin del 2015.

Pese al gran déficit fiscal, el Banco Central logró mantener su independencia y logró evitar que sea usado como la caja boba del Estado. Al evitar el uso de las reservas internacionales para financiar al fisco, se mantuvieron estables en USD365 mil millones durante toda la crisis hasta la fecha, monto que equivale a 20% del PBI.

También se evitó que el Estado acuda a la impresión de moneda para financiar su déficit fiscal, lo que permitió al Banco Central tener pleno control de los agregados monetarios y consecuentemente de la inflación, actualmente menor al 5% interanual.

Sin embargo, el déficit fiscal de dos dígitos que no se financió ni con reservas ni con maquinita, hizo volar la deuda pública de 50% al 77% del PBI desde 2015 a la fecha.

Vale advertir que antes de que Argentina le toque el timbre al FMI, el déficit fiscal era de 6% del PBI y la deuda del 75%, similares números de lo que hereda Bolsonaro en Brasil, 7,5% y 77%, respectivamente. Ello implica que a Brasil también se le agotó el tiempo del Gradualismo.

Los aspectos a favor con que contará la nueva administración son las cuantiosas reservas en el banco central con más 20% del PBI, deuda pública en moneda local que pulveriza todo riesgo de default, una inflación menor al 5% y un saldo comercial de USD50.000 millones, que reduce a sólo 0,7% del PBI el déficit en cuenta corriente.

También juegan a su favor dos leyes claves que se votaron durante el Gobierno interino de Michel Temer. La primera ley es aquella que congela el gasto público los próximos 20 años, donde los aumentos no podrán superar el índice de inflación. La otra ley clave que se logró aprobar este año, fue la reforma laboral que permite flexibilizar los contratos de trabajo.

Por lo tanto, el mayor desafió que enfrentará Bolsonaro será equilibrar las cuentas públicas en un breve periodo de tiempo, dado el menor margen para dilatar los tiempos ante la explosión de deuda pública los últimos tres años.

Para ello, el nuevo Gobierno promete realizar una reforma fiscal, que buscará reducir el gasto público mediante la privatización del sistema de Jubilación Estatal. Al mismo tiempo, buscará privatizar empresas públicas, aunque excluye a Petrobras de la lista.

En concreto, con la privatización del sistema de pensiones buscará reducir el déficit fiscal (flujo), mientras que con las privatizaciones, concesiones y venta de propiedades públicas buscará reducir un 20% la deuda pública (stock). También pretende realizar una reforma impositiva, que buscará bajar las alícuotas y simplificar el sistema tributario.

En materia de comercio exterior
El nuevo presidente tiene toda la intención de una mayor apertura comercial e integración con el mundo, pero sin mayores precisiones sobre los tiempos y metodología para ello. Indicó que buscará alcanzar nuevos acuerdos comerciales con la mayor cantidad de países posibles y que no será prioridad el Mercosur en esta nueva etapa. Ahora bien, dado lo cerrado que es la unión aduanera del Mercosur, las negociaciones comerciales que inicie con otros países, obligará a Brasil a replantear a sus socios la esencia misma del bloque. El Mercosur es una suerte de “proteccionismo ampliado” que imposibilita salir a ganar nuevos mercados de manera unilateral sin afectar acuerdos del bloque.
En materia de política monetaria
Es posible que el actual presidente del banco central continúe en su cargo. La crisis política y fiscal que vivió Brasil, sin mellar la independencia de la institución monetaria, fue una prueba de fuego y capital político que vale no desperdiciar. De mantener el cargo, no habría que esperar grandes cambios en materia monetaria. La moneda continuará siendo libre, con nula intervención por parte del Banco Central, no emitirá para financiar al Tesoro, además que mantiene una política de metas de inflación donde se utiliza la tasa de interés para contener la creación secundaria de dinero (crédito) en la economía.
Consideraciones finales

En definitiva, el presidente Jair Bolsonaro tiene el desafío de acomodar las cuentas públicas. El nuevo presidente hereda un déficit fiscal de 7,5% del PBI y una deuda de 77% del PBI, lo que pone en evidencia el populismo con que se manejó las finanzas públicas durante el boom de los commodities. Cuando finalmente bajaron los precios, el Estado quedó con exceso de gasto y sin financiamiento alguno. Para peor, durante la crisis que se desató durante los últimos 4 años, se tomó deuda por más de 25% del PBI, hasta llevar la deuda a casi 80% del PBI, agotando los tiempos para todo gradualismo a futuro.

En materia comercial, el nuevo presidente tiene claro que la estrategia de desarrollo limitado el mercado interno y socios menores, hizo perder a Brasil una oportunidad histórica para salir de la pobreza vía exportaciones. En esta nueva etapa se propone avanzar con una demorada agenda de apertura comercial que permita a Brasil ganar nuevos mercados. El Mercosur no sólo no será prioridad, posiblemente tampoco será obstáculo en esta nueva etapa para alcanzar nuevos acuerdos comerciales.

Brasil también tuvo su primavera con el boom de los commodities, pero cuando finalmente los precios bajaron años más tarde, quedó en evidencia que países de la región utilizaron los recursos para fomentar la inversión y quienes perdieron la oportunidad fogueando el consumo.

Por eso las agendas de Argentina y Brasil son similares, ambas economías sin crecimiento económico, ahogadas en déficit fiscal y deuda pública en similares magnitudes, con la necesidad de acomodar rápidamente las cuentas públicas antes que llegue la noche de la deuda, además de sacarse el corset del mercado interno y salir a vender al mundo para sumarse al tren de la globalización.