Escapadas bien cerca de la Capital Federal

Escapadas bien cerca de la Capital Federal

No hay excusas para descansar unos días lejos del ritmo de la city; te mostramos algunas alternativas a menos de 150 km de la Capital para poder desenchufarse y disfrutar el fin de semana largo.

Azcuénaga

A unos 13 km de San Andrés de Giles, el pueblo nació el 1º de abril de 1880, el día que se inauguró la estación de tren. Y cien años después, con el declive del transporte en ferrocarril, llegó el abandono. Recién entrado este nuevo siglo, algunos emprendimientos turísticos volvieron a darle cierta vida y Azcuénaga se consolida como un plan válido para un almuerzo casero, y hasta un fin de semana con impronta rural. Frente a la vieja estación está «la calle de los boliches». Son tres: La Porteña, La Casona de Toto y el Almacén CT & Cía. El primero funciona en la vieja sastrería del pueblo. En el segundo estaba el primer boliche de copas del pueblo, Pobre Diablo. En el último, los hermanos Coarasa recuperaron el almacén de Ramos Generales de su abuelo y montaron un restaurante que funciona con menú fijo -el fuerte es la parrilla- pero donde también hay lechón, pastas y hasta vaquillona asada con cuero (en ocasiones especiales). Las posibilidades de dormir en Azcuénaga son todavía bastante acotadas, más relacionadas con casas de alquiler que con posadas en sí.

Capilla del Señor

A menos de una hora de la Capital, en este pueblo de entorno rural junto al arroyo de la Cruz, todavía es común toparse con un sulky en la plaza principal y las casas son reliquias. El historiador Félix Luna, que lo eligió como pago adoptivo, lo definía como «una república aparte». Para comprender por qué fue declarado «de interés histórico nacional», hay que visitar la iglesia -de 1866, con finas tallas y columnas laminadas en oro – la torre del Miralejos, el salón Roma, el antiguo club social de los inmigrantes, el lazareto donde
abandonaban a los contagiados del cólera y el cementerio con sus sofisticados mausoleos. Dos joyitas son el Museo de Arte Sacro y el Museo de Periodismo Bonaerense, donde a fines del siglo XIX se imprimía El Monitor de la Campaña, el primer semanario rural. Hay máquinas de escribir como la creada por el francés Frank Lambert en 1884, cuyo teclado se asemeja a los discos de los primeros teléfonos y está hecho en una sola pieza.
En Mitre y Casco, La Fustasigue siendo «el boliche», un clásico vigente desde 1964. Las mesas de la vereda son la mejor vidriera del pueblo. Salen mucho la tortilla, las picadas con fiambres caseros y el sándwich de lomo completo. Base ideal para descansar, la posada Los Eucaliptos propone días de campo en una vieja casa de estancia refaccionada, con ocho habitaciones, parque y trato exquisito.

Uribelarrea

Elegido como set de filmación de películas, «Uribe», con su estación de tren, casonas centenarias, calles de tierra y aires camperos, transporta a una realidad anclada a principios del siglo XX. La ruta 205, que pasa a 4 kilómetros, puso en valor al pueblo tambero fundado por Miguel Nemesio de Uribelarrea en 1890, que devino en un polo gastronómico ideal para
pasar el día. El eje es la plaza Centenario, de diseño octogonal, obra del arquitecto Pedro Benoit (el mismo que ideó el trazado de La Plata), donde destacan la iglesia de estilo neogótico y el almacén El Palenque, de 1890, que funcionó como depósito para los saladeros de la zona.
En plan de probar cosas ricas, en el tambo Valle de Goñi se puede degustar un riquísimo dulce de leche de cabra fabricado in situ; buenos fiambres y embutidos, en el almacén de campo Pueblo Escondido, y cerveza artesanal en La Uribeña. Un clásico para comer es Macedonio, restaurante a la carta con mobiliario antiguo y viejos mostradores. Si se quiere estirar la estadía, la posada Como Entonces es una buena alternativa. Funciona en una restaurada casa de barro con techos de bovedilla, galería, pileta y aljibe.