El futuro del dinero y la necesidad de dejar a la inflación en el pasado

El futuro del dinero y la necesidad de dejar a la inflación en el pasado
Matías Huala, CEO de Miii

Las fintech son aliadas clave para reducir el uso de efectivo y pueden ayudar a reducir la inflación.

Argentina enfrenta la recuperación post pandemia con un desafío singular: no debemos volver a la normalidad, aquello sería demasiado poco; necesitamos construir una normalidad diferente. Entre las decenas de graves problemas sociales y económicos que acumulamos, la inflación es uno de los principales. Se muestra a la vez como causa y como consecuencia, como virus y como síntoma del trauma argentino. 47% en 2018, 54% en 2019, 36% en 2020, ¿48% en 2021? En esos números dramáticos parecen estar concentradas nuestras grandes falencias: la incapacidad para planificar, la desconfianza, la imposibilidad de ponernos de acuerdo e incluso la distorsión de la realidad.

La inflación acecha sobre los ingresos de las familias, el presupuesto público, el stock de las empresas, las paritarias, la negociación de contratos, la capacidad de dar crédito, la precariedad de los diagnósticos. Nos irrita, nos adormece, nos deja al margen, genera impotencia e incluso en algunas circunstancias funciona como un consuelo perverso: ante la falta de claridad, de no saber cuánto realmente valen o van a valer las cosas, uno cree que está ganando. Pero a fin de cuentas, terminamos perdiendo todos. O al menos la mayoría.

Todo lo que pueda ser digital será digitalizado

No es el propósito de esta columna indagar en posibles soluciones políticas al drama de la inflación, sino poner luz sobre cómo el dinero del futuro -que ya está entre nosotros- puede ayudarnos a erradicarla. Las fintech aparecieron en nuestra cotidianidad con un mandato muy claro: todo lo que pueda ser digital será digitalizado. Y lo más notable de este ecosistema es que detrás de tanta tecnología, tanto desarrollo, UX, APIs, protocolos de seguridad, biometría e inversión en innovaciones high tech, la premisa que unifica a todas ellas es simplemente simplificar.

Agilizar la burocracia, transparentar, reducir la fricción, facilitar los procesos, acercar soluciones, todos aquellos beneficios que durante décadas el sistema financiero no pudo o no supo conceder. La pandemia fue un aluvión donde de repente millones de personas de todo el mundo, incluida nuestra región y nuestro país, accedieron a servicios imprescindibles para transitar la crisis. Pero quizás tan importante como eso es que hoy ya son herramientas accesibles para facilitar su día a día, y en definitiva, aunque sea en lo más mínimo, mejorar su vida.

De hecho, son herramientas muy útiles para defenderse de la inflación. Las cuentas remuneradas y otras opciones de ahorro o inversión simples y online permiten todo lo que el efectivo dificulta. Las fintech permiten un uso más eficiente del dinero y sientan las bases para tomar decisiones más informadas. En definitiva, colaborar con la previsibilidad.

Transacciones básicas

La digitalización de las transacciones básicas del sistema financiero -los pagos, el crédito, el ahorro o la inversión, y los seguros- transformaron para siempre la manera en que nos relacionamos con el dinero, y por eso podemos decir que el futuro del dinero ya llegó. Quizás no nos demos cuenta, y seguramente no hemos visto todavía ni siquiera un pedacito de su despliegue total, pero el hecho de que tengamos una relación digital con el dinero nos ubica en una etapa diferente a todas las anteriores.

Así como Netflix y sus parientes transformaron nuestra forma de ver televisión y cine, las fintech posibilitan un nuevo tipo de relación comercial y económica entre todos nosotros. No hace falta recurrir a las criptomonedas para pensar en estos temas que parecen de filosofía o ciencia ficción.

Apenas basta con detenerse un poco y observar cómo los cheques electrónicos le regalan horas antes perdidas a los encargados de pago a proveedores; cómo los pagos con QR le permiten a un feriante de Purmamarca vender sus productos a los turistas; cómo una factura de crédito electrónica le da aire financiero a una pyme; o cómo el scoring alternativo le habilitó un crédito a alguien fuera del sistema.

Crisis

La crisis económica impide ver estos avances, que en definitiva son simples herramientas para mejorar una situación particular. Pero aunque sea marginalmente muestran un camino posible. La digitalización formaliza el dinero, uno de los grandes problemas que comporta la transaccionalidad en efectivo.

Y si durante demasiado tiempo, muchos argentinos estuvieron -y siguen estando- tentados de manejarse en efectivo para sortear los costos asociados a “estar en blanco”, las fintech presentan los mejores argumentos para dejar de hacerlo: bajas en los costos y comisiones gracias a la competencia, libertad y simpleza para transferir e incluso cuentas remuneradas automáticamente, cosa que para muchos, hasta hace muy poco, parecía un delirio.

Por originalidad y prepotencia, las fintech impulsaron un cambio cultural sin precedentes en las instituciones financieras tradicionales, y hoy ya no hay vuelta atrás. No hay escritorios donde cajonear la innovación. Y más temprano que tarde, todos deberán jugar el mismo juego: ofrecer mejores servicios y mejores experiencias sin públicos cautivos ni artimañas regulatorias.

Ensanchar la base contributiva a partir de estos incentivos permite bajar la presión impositiva, un círculo virtuoso que redunda en un fisco menos necesitado de acudir a la emisión monetaria. Y una sociedad más predispuesta a cumplir las reglas. Por estas razones es que las fintech son aliadas para combatir la inflación.

Y aunque no son ni cerca la única solución para un fenómeno que -ya escuchamos tantas veces- es “multicausal”, pueden contribuir a consolidar un terreno firme sobre el que podamos dar los pasos que necesitamos dar. No será fácil. Pero si queremos construir un nuevo futuro, necesitamos dejar la inflación en el pasado. Y no es imposible.