Andrés Neuman: «En las lenguas, igual que en el amor, los errores nos retratan con más exactitud que los aciertos».

Andrés Neuman: «En las lenguas, igual que en el amor, los errores nos retratan con más exactitud que los aciertos».

Argentino, radicado en España, el escritor se inspiró en el kintsugi japonés en el que los artesanos reconstruyen las piezas rotas de un objeto de cerámica dañado y al que, en cada grieta, en lugar de ocultar la herida, la subrayan con polvo de oro. Neuman traduce al plano literario esta técnica milenaria para hablar del dolor, de la memoria colectiva, de los desastres nucleares, del poder sublime del lenguaje y del modo en el que un extraño puede llegar a convertirse en familia.

Demoraste casi siete años en escribir esta pieza. ¿Por qué tanta complejidad?

-Creo que las ideas necesitan reposo y sedimento. En la era de la inmediatez, que nos empuja a pronunciarnos sobre cada cosa al instante, me parece que la literatura puede ejercer de contrapeso, defender otros ritmos de escucha y pensamiento. Los personajes de Fractura hablan idiomas o dialectos diferentes, así que me llevó unos años ir encontrándoles el tono. Fue como ir sintonizando varias frecuencias.

¿Cuál fue tu experiencia en Japón? Hay una fuerte documentación de esa cultura.

-Sobre todo investigué. El cine y la literatura japonesas me fascinan desde niño. También las identidades fronterizas de los nikkei, y en general de aquellos que ponen a dialogar orillas en apariencia lejanas. Pienso en Anna Kazumi, Maximiliano Matayoshi, Alejandra Kamiya o incluso en los chicos de Japatonic, un divertido canal argentonipón de YouTube. Todos ensayan diversas modalidades de traducción, algo tan presente en nuestra cultura nacional. Según Wilcock, la Argentina es una inmensa traducción. Me gusta entenderla de esa forma. El Japón de la novela funciona entonces como una especie de isla móvil, un punto de referencia para comparar países supuestamente familiares: Argentina, España, Francia, Estados Unidos.

¿Por qué la memoria colectiva es para vos un elemento superador de la memoria histórica?

-Más que superarla, quizá se trataría de ensancharla como categoría. Para mí una de las funciones más nobles de la literatura es conmover a los muertos y escucharlos hablar. Esa sería la base de la memoria colectiva. En su sentido institucional, digamos, la memoria histórica puede preocuparte o no, dependiendo de tus afinidades electorales. En cambio la memoria colectiva actúa todo el tiempo, te configura en lo familiar y lo social tengas las ideas que tengas. Vivimos reproduciendo o refutando los relatos que heredamos. Y el vehículo fundamental para hacerlo está en el arte. Porque no solo preserva nuestros recuerdos: los funda.

 

Fuente: lanacion.com.ar