Una esperanza llamada Vaca Muerta

Texto: Ariel Rudistein
 
Sólo durante el último año, los subsidios a la energía se devoraron 211.000
millones de pesos. La crisis energética sigue siendo una pesadilla para la
economía, la balanza comercial y el déficit. ¿Podrá Vaca Muerta dar vuelta esa
ecuación?
 
Con distinta modalidad o intencionalidad, referentes y representantes del mundo político,
empresario y gremial, entre muchos otros, debaten desde hace años acerca de los
“excesos” del Estado Nacional a la hora de destinar recursos para subsidiar diferentes
actividades, sobre todo económicas, sociales y, ocasionalmente, productivas.
En números concretos, en 2016, las transferencias corrientes de carácter económico para
el financiamiento de gastos corrientes (subsidios) y de capital de empresas públicas,
fondos fiduciarios y el sector privado superaron los $ 335.300 millones.
Y específicamente, para subsidios se destinaron $ 290.800 millones, lo cual representó
más de 30 puntos porcentuales superior a 2015.
Esos miles de millones de pesos que se transfirieron –muchas veces sin control–
generaron gran parte del déficit primario que se profundizó durante la gestión del último
gobierno y se mantuvo en la primera etapa del actual, pese a la proclamada intención por
revertirlo.
El envío de esos fondos permitió –en miles de casos– el pago de bienes básicos a la
población, minimizó el impacto del costo del transporte, contuvo a amplios sectores
vulnerables de la sociedad, promovió actividades que intentaban garantizar la estabilidad
laboral y contribuyó a generar rentabilidad para algunas compañías que brindan servicios
esenciales a la comunidad.
Puntualmente, una parte muy significativa de ese dinero público se destina desde hace
muchos años a subsidiar la energía, en sus múltiples formas. Sin hacer demasiados
esfuerzos, podemos citar varios ejemplos de beneficiarios: transporte público
(empresarios y usuarios), gas domiciliario, servicio de luz, importación de petróleo,
compra de GNL con buques metaneros y el precio de la nafta en determinados lugares
geográficos del país.
Hace pocos días, el ministro de Hacienda de la Nación, Nicolás Dujovne, se refirió en
términos muy precisos sobre el tema. “La Argentina gasta mucho en subsidios, que
tenemos que ir eliminando, sobre todo en energía", dijo.
El razonamiento de Dujovne se suma al del ministro de Energía y Minería, Juan José
Aranguren, de otros miembros del gabinete y, sobre todo, del presidente Mauricio Macri.
“Hay que bajar los subsidios a la energía”, repiten a coro los referentes del Gobierno en
cualquier circunstancia que ponga el tema en debate.
Los subsidios al sector energético sumaron algo más de $ 211.000 millones, lo cual
representó un incremento del 53% y marcó un quiebre respecto de la tendencia de 2015,
cuando crecieron un 8%. Esas cifras incluyeron una serie de gastos que corresponden al
Ejercicio 2015, por deudas derivadas del denominado Plan Gas que no fueron imputados
en aquel período.
De todas formas, uno de los principales factores que contribuyeron a reactivar la dinámica
de los subsidios energéticos estuvo dado por la interrupción de los aumentos en las tarifas
de los servicios públicos dispuestos en el mes de marzo de 2016 y la devaluación
monetaria de fines de 2015.
En ese contexto, todos miran con un siempre renovado optimismo hacia Neuquén. Vaca
Muerta es el nombre mágico que ilumina a ministros, secretarios de Estado, empresarios
petroleros, inversores locales y extranjeros, expertos en hidrocarburos y trabajadores del
sector.
 
El dilema de los costos
A pesar del sorprendente conocimiento masivo sobre el fenómeno, es bueno recordar que
Vaca Muerta es el nombre de una formación geológica con determinadas características,
que interesa especialmente por su contenido de gas y petróleo.
Puntualmente, es un tipo de formación (muy poco porosa y casi impermeable) conocida
popularmente como “shale” por su contenido de arcillas, e identificada como roca madre o
generadora, ya que allí se originaron hidrocarburos, tras un extenso proceso geológico.
Parte de esos hidrocarburos migró luego hacia otras formaciones más porosas y
permeables, pero otra parte muy importante –la mayor– permanece allí.
La producción convencional de hidrocarburos se centró en extraer el petróleo y el gas
almacenados en formaciones permeables, tras haber migrado desde la roca madre. En
cambio, la explotación de los recursos no convencionales, como los de Vaca Muerta,
consiste en tomarlos de la propia formación generadora.
Una de las principales dificultades pasa por la necesidad de generar permeabilidad para
que el petróleo y el gas puedan escapar de la formación, que es muy compacta. Es decir,
abrir las vías para que fluya el hidrocarburo, algo que se logra mediante una técnica
conocida como “estimulación hidráulica” o “fracking”, que consiste en la inyección a
presión de una mezcla de agua, arena y algunos aditivos químicos.
El problema no radica hoy en la existencia de gas y petróleo en ese gran yacimiento, sino
en la factibilidad y conveniencia económica de extraerlo. Esto impulsó un debate que lleva
varios años, y es probable que se prolongue en el tiempo.
Para la mayoría de los especialistas, todo el proceso resulta muy costoso para las
empresas. Las primeras perforaciones se realizaron a 13 o 14 millones de dólares. Hoy,
bajó sensiblemente ese valor y se ubica cerca de los 9 millones. Esos números
impactaron y alteraron –al menos inicialmente– la actividad en Vaca Muerta.
Al respecto, el ministro de Energía, Servicios Públicos y Recursos Naturales de Neuquén,
Alejandro Nicola, sostuvo que “hoy, los costos para la perforación en no convencionales
están por debajo de los 10 millones de dólares y –según las operadoras– si se llega a 7 u
8 millones de dólares, el negocio es perfectamente viable”.
Desde el Gobierno se adoptaron algunas medidas tendientes a favorecer la producción de
gas y petróleo, con la esperanza de estimular la actividad en los yacimientos,
especialmente Vaca Muerta, aumentar la productividad de los pozos, actualizar las tarifas
y empujar un sostenido incremento del precio de los combustibles.
Evaluaron que todo ello podría redundar finalmente en una baja de los subsidios al sector
y una reducción gradual del déficit primario.
Una de las decisiones más importantes y polémicas fue la firma del Acuerdo sobre
productividad en Vaca Muerta entre la Nación, la Provincia de Neuquén, los empresarios y
los trabajadores del sector petrolero.
El presidente Macri contextualizó la firma del convenio en la historia reciente de la
Argentina en materia energética. “Pasamos de ser un país con energía barata y
exportable, a transformarnos en uno con poca energía, cara y, lo peor de todo, de tener
que importarla cuando está bajo tierra. Cada vez que importábamos perdíamos un puesto
de trabajo”, puntualizó.
“Los argentinos, cuando nos ponemos de acuerdo, podemos hacer grandes cosas. Vaca
Muerta significará ampliar los recursos energéticos del país para producir más y crear
nuevos empleos, que es la forma de reducir la pobreza”, añadió.
El ministro Alejandro Nicola, de Neuquén, subió la apuesta y vaticinó que las compañías
de hidrocarburos que operan en la provincia tienen previsto invertir unos “125 mil millones
de dólares en los próximos 20 o 30 años” para ampliar la producción de gas y petróleo.
Exhibió, como muestra, que la primera etapa y la realización de proyectos piloto
incluyeron “19 concesiones de hidrocarburos no convencionales con un compromiso de
inversión de 5500 millones de dólares”.
Al fundamentar su expectativa positiva sobre el futuro de la actividad en Neuquén y
especialmente a la potencialidad que ofrece el gas no convencional en Vaca Muerta,
Nicola comentó que, “según las empresas, tenemos confirmada la mejor geología del
mundo, con un volumen de gas que alcanza para abastecer el consumo por muchísimo
tiempo”.
“Hay recursos por 800 TCF (trillones de pies cúbicos), y se consumen actualmente 1,6
TCF por año en todo el país. Si hacemos las cuentas, tenemos gas para 500 años”,
graficó.
El titular de Shell, Teófilo Lacroze, también aludió al fenómeno Vaca Muerta y consideró
que “el potencial de los recursos no convencionales en petróleo y gas es significativo, y es
el camino que el país tiene para la recuperación del déficit de producción que se dará de
manera gradual porque demanda un alto nivel de inversión estimado entre los 20.000 y
25.000 millones de dólares al año”.
Pese a su optimismo inicial, Lacroze aclaró que “Vaca Muerta debería pasar a una etapa
de desarrollo en los próximos cinco años con unos 3.000 a 4.000 pozos, es decir que
requiere multiplicar por 15 lo que tenemos hoy en inversión y empleo”.
Por su parte, el CEO de Andes Energía, Alejandro Jotayán, dio una vuelta de tuerca
para explicar las demoras en el impacto de Vaca Muerta en la producción y el equilibrio en
las cuentas públicas. “Ese yacimiento requiere costos bajos porque la productividad de los
pozos es relativamente acotada” a pesar de que posee “mucha disponibilidad de recursos
y reservas”.
“Los pozos arrancan con producciones altas pero declinan muy rápido y eso no se puede
modificar. Se está avanzando en técnicas para mejorar la productividad pero acá
–subrayó Jotayán– hay que hacer un trabajo grande para lograr una disminución de
costos.”
“Van a venir muchas inversiones cuando resulte rentable la ecuación de productividad y
costos”, vaticinó.
Para el consultor y experto en temas energéticos Daniel Gerold, el Acuerdo suscripto en
Neuquén “es muy importante, ya que modifica una tendencia de deterioro de la estructura
de costos de diferentes servicios petroleros y de modalidad de trabajo de los empleados,
que parece constituir un punto de inflexión del proceso negativo de los últimos 15 años
que desembocó en la inviabilidad de esta actividad”.
Según el especialista, la situación podría comenzar a cambiar a partir “de la regla de
precios y/o ingresos que se establezca para el gas natural a producirse de cualquier
origen, más allá del fin del esquema “Plan Gas” que rige hasta fin de 2017 y, en algún
caso, hasta fin de 2018”.
“El otro factor fundamental y esencial de la actividad petrolera y gasífera desde siempre,
fue y seguirá siendo la mejora de productividad”, remarcó.
Otro punto relevante es que el Gobierno “permitirá los ajustes de precios del petróleo –y
por carácter transitivo en precios de combustibles, que son libres– desde el 2018”,
destacó.
Sin embargo, Gerold evaluó que “los mayores precios también impactarán en el déficit
fiscal, que posiblemente aumenten a pesar de los incrementos previstos en precios de
gas a consumidores residenciales y comerciales, y en el precio de energía eléctrica
mayorista”.
Pese a la algarabía oficial, las cifras todavía no son muy favorables en relación con la
actividad en los yacimientos. Gerold precisó que “el número de pozos de gas terminados
en enero-octubre/2016 fue 12,7% superior al mismo periodo de 2015 reduciendo
notoriamente el impulso de los últimos dos años, con 187 pozos”.
“Este incremento compensa sólo parcialmente el desplome de 31,6% en el número de
pozos terminados de petróleo y 9,4% menos de pozos de inyección de agua (299 pozos
menos de petróleo y 8 menos de inyección de agua). El total de pozos terminados en
enero-octubre 2016 es 23,5% inferior a 2015, y el menor acumulado desde el año 2002”,
detalló.
Desde una perspectiva más amplia, la consultora KMPG recordó que Argentina pasó,
entre el 2005 y 2015, de exportador a importador neto de energía.
“Este hecho estuvo explicado por una caída significativa de la producción de gas y
petróleo (que comenzó a fines de la década del ’90), así como también por el importante
desfasaje que generaron las políticas aplicadas a la oferta (precios no rentables e
incertidumbre, que retrajeron inversiones) y a la demanda (tarifas subsidiadas que
promovían un consumo desmedido)”.
“Este proceso llevó a la Argentina a observar un importante deterioro en su balance
comercial, debido al incremento sustancioso que experimentaron sus importaciones de
gas y electricidad (principalmente de países de la región, como Bolivia, Uruguay y
Paraguay, y extrarregionales, como Qatar y Trinidad y Tobago)”, detalló el informe.
La consultora KPMG resumió el pensamiento de muchos expertos del sector. “Los
recursos no convencionales siguen siendo la salida a la crisis energética, pero sólo para
el mediano y largo plazo. Ello se debe a los condicionamientos de la coyuntura y a los
procesos de exploración y explotación, que son más extensos.”
“Es necesario un análisis pormenorizado de la formación de precios (que tenga en cuenta
a qué valor pueden ser extraídos estos recursos en el país y cómo debe financiarse la
actividad) y un profundo análisis de correlación entre las variables de inversión,
producción y precios internos”, indicó.
Las esperanzas están puestas en Vaca Muerta y los hidrocarburos no convencionales,
que se convirtieron en pilares de la potencial baja de subsidios, la reducción del déficit y
una apuesta al equilibrio en las cuentas públicas. ¿Se logrará?