La otra cara del bitcoin y las monedas virtuales

 (Clarín) – “La compra y venta de bitcoins puede ser una actividad económicamente arriesgada, debido a las fluctuaciones de precios semanales e incluso diarias. Ripio no alienta ninguna transacción. Sugerimos precaución”.
Esta clara advertencia aparece en el portal Ripio.com, una de las plataformas locales de intercambio de bitcoins, la más popular de las monedas digitales. Quien quiera oir, que oiga. Desde marzo a la fecha y sin razón aparente, su cotización sufrió abruptas variaciones y por su extrema volatilidad es calificada por muchos como un riesgoso juego especulativo. Como contrapartida, sus impulsores sostienen que, a pesar de todo, el bitcoin es un activo confiable y con mucho potencial de crecimiento.
Nacido en 2008, el debate sobre la naturaleza del bitcoin resurgió este año con más fuerza por los vaivenes en su precio. De los US$980 que cotizaba en marzo saltó a US$2.910 en junio, el récord. Y luego, tras caer a US$1.800, volvió a subir a US$2.600, en un ida y vuelta que aparenta un electrocardiograma de un taquicárdico mirando una película de terror.
“La variación del petróleo es de uno o dos puntos porcentuales diarios. No es usual ese tipo de fluctuaciones”, dice tajante Roberto Drimer, director de Valnet, una consultora especializada en finanzas. Para este economista, “los mercados financieros son cualquier cosa menos ingenuos, y esto (el bitcoin) es una práctica absolutamente especulativa”.
Drimer remarca que el bitcoin tiene todos los condimentos para alimentar una peligrosa burbuja. Incluso, si el sistema prospera sin regulaciones ni respaldos de ningún tipo, tal como está, la amenaza se multiplica .
“Cuando se pincha una burbuja especulativa, causa mucho daño. Cuanto más grande es, mayor es el problema para las economías”, advirtió. El experto alude al origen de muchas de las peores crisis financieras de la historia, cuyo origen, precisamente, es el furor irracional por comprar activos en alza, que prometen grandes ganancias en poco tiempo basado en presunciones sin fundamento. Antecedentes no faltan.
El bitcoin es una criptomoneda, una alternativa del dinero. En rigor, son bloques de códigos binarios encriptados (blockchains), en teoría invulnerables, generados por programadores a través de una red, y que se compran y se venden en Internet. Se
trata, dicen sus impulsores, de una tecnología libre de regulaciones de los bancos centrales y los gobiernos, que opera únicamente por la oferta y la demanda. “Es una tecnología nueva y un gran experimento. Se sabe que se emitirá un máximo de 21 millones de bitcoins”, describe Sebastián Serrano, fundador de Ripio. Por ese límite de emisión (actualmente hay 16,5 millones), predicen que su valor irá subiendo indefectiblemente a largo plazo. Así lo postuló su creador -o creadores- bajo el nombre ficticio de “Satoshi Nakamoto”.
“El bitcoin es un bien digital escaso, que permite intercambiar bienes y servicios”, recita Matías Bari, director y cofundador de Satoshi-Tango, otra casa de cambios virtual. Sin embargo, reconoce que el precio “tiene unos vaivenes tremendos porque todavía es un mercado muy chico, hay gente que entra en pánico y con muy poco dinero puede mover muchísimo su cotización”.
De todos modos, Bari sostiene que el bitcoin tiene mucho potencial, pero hay un largo recorrido para eso. “Hay gente que pretende hacerse rica de la noche a la mañana, esto es mucho más lento”. Se calcula que actualmente hay más de 800 tipos de criptomonedas en circulación. El bitcoin es sólo una de ellas. Y muchos economistas y expertos en finanzas le desconfían.
“Lo que me cuesta entender es para qué sirve”, introduce Lucas Gardiner, director de Portfolio Internacional. Más todavía. El especialista dice que lo que se presenta como su principal beneficio (funcionar por fuera de los sistemas legales y regulados) es en realidad un peligro: “Podría usarse para el lavado de dinero. Y no hay defensa posible frente a eventuales manipulaciones ni fraudes”, enumera.
“Los mercados financieros son cualquier cosa menos ingenuos, y esto (el bitcoin) es una práctica especulativa”.
Pese a su definición de “moneda” digital, el bitcoin no cumple con ninguno de los requisitos básicos del dinero tradicional. No es medida de valor (nadie sabe cuánto costará), no es un medio para comprar cosas ni sirve para atesorar riqueza o como ahorro. “Ahora es pura especulación, pero tiene mucho futuro”, opina el economista Ramiro Castiñeira.
La operatoria de compraventa se realiza a través de plataformas en Internet, como Ripio y SatoshiTango. Cada transacción queda registrada en un “order book” centralizado, encriptado y supuestamente invulnerable, lo que determina su cotización. Pero ocurrió lo impensado: en 2014, todo el esquema teórico tambaleó con el cierre escandaloso de Mt.Gox, en ese entonces el mayor sitio de compra venta mundial que operaba en Japón. Su ex CEO, Mark Karpeles, está libre bajo fianza y afronta un juicio por malversación de fondos en perjuicio de cientos de inversores.
Desde el caso de Mt.Gox, varios países, entre ellos la Argentina, emitieron alertas y recomendaciones sobre la ausencia de garantías de la criptomoneda. En Bolivia, por ejemplo, directamente se prohibió. Ecuador, Brasil, China y Rusia, entre otros, le impusieron fuertes restricciones. “No tiene respaldo legal como las monedas tradicionales. Pero el que ahorra en bitcoins no paga impuestos”, advirtió David Berisso, analista de Criteria, una sociedad de Bolsa.
El bitcoin afronta otro desafío: en estos días, por limitaciones técnicas, dos grupos representativos del sistema debaten la posibilidad de dividir la plataforma en dos. Si esto pasa, los bitcoins se duplicarían. ¿Cuánto valdría entonces? “Cada bitcoin tendría una cotización en cada plataforma determinada por el mercado”, comenta Julián Arceo, CEO de ArgenBTC. Todo muy clarito.
Es bastante curioso, porque las reglas de juego pueden cambiar, siempre que exista un consenso entre toda la comunidad. “¿Quién integra la comunidad? Los dueños de nodos de la red y los mineros (los que generan nuevos bitcoins)”, dice Serrano.
Hay otro interrogante clave: ¿es posible ampliar el límite de 21 millones de bitcoins? Serrano explica: “Es muy difícil porque se necesita un consenso muy grande, pero sí es posible”.